Cómo convivir con los hijos de mi pareja

Vanessa Sánchez

LA PATRIA | Manizales

Él o ella han encontrado su pareja ideal. Se entienden, comparten gustos e ideales y tomaron la decisión de casarse o irse a vivir juntos. Uno de los dos, o ambos, aportan hijos de anteriores relaciones y la familia se enfrenta a una convivencia en la que puede darse conflictos. ¿Qué hacer ante esta situación?

El punto de partida es saber cómo se ha llevado la separación anterior. Aunque ningún divorcio es fácil y todos dejan huella en los niños, unos procesos son más sanos que otros. Según la psicóloga y especialista en familia, Martha Sánchez, los hijos que han sufrido un proceso traumático con peleas o en el que uno de los padres se ha visto muy afectado, no aceptarán de la misma forma a la pareja de su padre o de su madre, que aquellos que lo han vivido de una forma más tranquila y que ven que ambos han reconstruido felizmente su vida.

“A muchos de estos niños no les gusta el nuevo novio o novia de sus padres, pero no se trata de nada personal contra él o ella, sino que la ven como un intruso e, incluso, le pueden responsabilizar de la ruptura de su núcleo familiar”, señala.

Sánchez explica que a veces, los niños que se sienten dolidos por la separación de sus padres, se encargan de transmitir su rabia al recién llegado.“Le hacen la vida imposible e incluso bullying en la nueva relación. Lo perciben como un posible rival con el que compartir el cariño de su madre o de su padre y no lo aceptan”.

La experta recomienda facilitar el diálogo para explicarles, por pequeños que sean, la nueva situación y dejarles claro que no volverán a estar todos juntos como antes, que se les sigue queriendo igual y no van a perder ni el amor ni sus bienes materiales.

Cuidar la autoridad

Una vez aceptada la nueva pareja, hay que ser cuidadosos con los problemas de autoridad entre los adultos. Los niños que viven en casa con su padre o madre y su nueva pareja, deben obedecer las normas, para que los pequeños aprendan que hay reglas que respetar.

La experta consultada explica que en ocasiones el niño cree que obedeciendo o aceptando esa situación está traicionando a alguno de sus padres. Lo que más preocupa son los hábitos en cada hogar, pues les puede provocar desorientación y generar una actitud rebelde.

“Los conflictos se presentan más con los castigos porque en una casa le prohíben el televisor, el celular y los juegos y en la otra lo omiten. También se presenta en el horario de las comidas, en los permisos para salir y en los regalos que prometen para obtener algo”.

Añade que en las familias reconstituidas hay que apelar al sentido común tanto padres como padrastros deben impartir orden y disciplina. Para ella, los niños pequeños son más fáciles de moldear, pues los adolescentes y jóvenes ya tienen la personalidad más definida.

Padres biológicos

Los padres suelen sentirse culpables y se dejan manipular por los hijos. Es pertinente que ayuden a que los niños acepten la nueva situación aunque no sea la que los pequeños hubieran querido. En este punto, ellos juegan un papel primordial, primero haciendo que la pareja acepte a sus hijos y después consiguiendo que le obedezcan en la rutina diaria.

“Como la madrastra o el padrastro no es quien manda, el papá sí lo hará y debe empoderarse de su rol sin violencia. Lo ideal es que haya disciplina en el hogar sin poner en discordia a los niños con la nueva pareja”, agrega Martha Sánchez.

Padres fuera del hogar

Los aspectos que más llaman la atención sobre esta situación es el comportamiento de los padres biológicos que quedan por fuera del nuevo hogar. La piscóloga Martha Sánchez aconseja que es vital respetar a la nueva pareja y evitar los celos, saber cuál es su papel y reconocer que ser padre es un rol insustituible y fundamental para el buen desarrollo de los niños.

“Aunque sea muy duro, aceptar que los niños lleguen a querer a la pareja del otro, es natural que pase. Rechazar esto supone perjudicar a los hijos”.

La especialista añade que el mayor esfuerzo para que las relaciones mejoren es de los adultos. No debe esperar en los niños más madurez de la que tienen porque su edad y desarrollo cognitivo no se lo permite.