Elizabeth R. Rojas
LA PATRIA | Manizales
La historia de los hijos de Bertha* es la muestra de cómo las drogas desestabilizan el núcleo familiar. Ellos le comenzaron a dar problemas cuando ingresaron a la universidad. Jorge, sobre todo, se convirtió en un muchacho fiestero que desaparecía desde el jueves y regresaba en la noche del domingo. Luego se encerraba en el cuarto sin mediar palabra y no volvía a salir hasta cuando debía ir a la U., en la que cursaba segundo semestre de Contaduría.
Bertha no contó con el apoyo de su esposo, pues vivía en el exterior, y por esto se sentía desesperanzada. Se propuso arreglar la situación: buscó a Mario, el mejor amigo de Jorge, quien le dijo que se habían distanciado, que el hijo de Bertha no había vuelto a los entrenamientos del equipo de fútbol al que pertenecían.
Con ello se preocupó más, pues los chicos habían sido amigos desde la escuela. Así que esperó y una tarde, cuando ni Jorge ni Joaquín (su otro hijo) estaban en casa, revisó las pertenencias de estos para encontrar números telefónicos de sus amigos. Ese día, entre unos zapatos de Jorge, encontró una pequeña bolsa que contenía marihuana.
La mujer entró en crisis y pidió ayuda en la universidad, pues le parecía increíble que sus hijos estuvieran consumiendo. En Proyección Social los citaron y, sintiéndose contra la espada y la pared, Joaquín dijo que Jorge consumía desde el bachillerato, que una vez probó la cocaína y que él solo había probado la marihuana un par de veces.
Descúbralos
La médica Ángela María Arango, psiquiatra coordinadora del programa de Salud Mental y Adicciones de Mediccol, habló con LA PATRIA sobre los cambios que pueden evidenciar padres y/o cuidadores en los menores de edad consumidores.
"Tienen cambios bruscos en los comportamientos habituales. Pueden mentir más de lo normal, se ponen muy irritables y no aceptan consejos. Se aíslan, son impulsivos, les gusta estar mucho tiempo solos, buscan excusas para estar por fuera de la casa y para tener que salir constantemente por motivos que no tienen explicación", resaltó Arango.
La especialista contó que cuando se les confronta por los cambios siempre sacan justificaciones tratando de hacerle ver a los padres que es normal lo que les pasa. También es común que rebatan el discurso de los progenitores indicándoles que son chapados a la antigua, que no están evolucionando.
"El menor no cuida su apariencia personal, luce desarreglado, desprolijo. Los ojos se les vuelven rojizos y vidriosos. Bajan de peso notablemente y siguen tendencias y modas de cortes de cabello, usan determinada ropa, etc.", apuntó.
Arango especificó que los chicos consumidores le huyen a la convivencia familiar, especialmente con los padres. También que disminuye su interés por las reuniones y que dejan de frecuentar el grupo de amigos con el que socializaban. Que no duerman bien, también es una alerta.
"El bajo rendimiento académico es otra señal. No se concentran en clase y, si rendían, comienzan a perder materias sin una justificación. Son perezosos, pierden el interés por las actividades que antes acostumbraban: deportes, juegos, artes, grupos de la iglesia, etc.", apuntó.
A futuro
Para Arango esto no solo tiene efectos inmediatos. Dijo que en el futuro desencadena graves inconvenientes en las relaciones interpersonales y que no solo afectan a la familia, sino también a los círculos sociales de los consumidores.
"El consumo implica un compromiso psicológico, pero hay que entender que esto tiene una respuesta fisiológica. Los adolescentes que exploran con estas sustancias están jugando una ruleta, porque no conocen su genética y qué puede producir o desencadenar en ellos estos productos", resaltó la psiquiatra.
La especialista añadió que la situación tiene fuertes consecuencias neurológicas. Dijo que consumir estas sustancias y por periodos extendidos daña, por ejemplo, regiones como la corteza orbitofrontal del cerebro, zona que se desarrolla por completo hasta los 25 años de edad.
"Se ve muy comprometida en el consumo. Si no se desarrolla bien esta área, podremos encontrar un adulto que se comporta como un adolescente, todo por el efecto de las drogas", añadió.
La médica explicó que los adictos suelen perder la capacidad de planeación, que no llevan a cabo sus objetivos propuestos, que no ejecutan tareas completas y que sin quererlo pueden sufrir enfermedades mentales y trastorno de ansiedad.
* Los nombres de los protagonistas de la historia fueron cambiados por solicitud de la madre.
Gastan de más
Los menores de edad consumidores de drogas alucinógenas suelen gastar más dinero del habitual e inventan excusas para justificar los gastos. Dude si su hijo tiene necesidades urgentes o múltiples pedidos extras del colegio o la universidad. También si le pide dinero a sus parientes o si comienzan a perderse objetos de valor en su casa.
Para ayudar
Ángela María Arango, la médica psiquiatra coordinadora del programa de Salud Mental y Adicciones de Mediccol, contó que desde su institución adelantan un programa ambulatorio e individualizado de ayuda para los jóvenes consumidores y las familias, en donde también involucran a los planteles educativos de los afectados y en donde tienen un tratamiento con especialistas en distintas áreas.
"El consumo es el síntoma de que está pasando algo personal con el adolescente. La idea es que continúe con su proyecto de vida y empiece a tomar decisiones, a ver quiénes son los amigos, qué es lo que les hace sentir pasión, etc. Hay que hacerle ver que estando en su entorno él puede ser un sujeto autónomo, libre y responsable", explicó.
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