LA PATRIA | MANIZALES
"Señor, tiene tiempo de arrepentirse. Piense en sus hijos, de esta se puede volver a parar", le dijo alias Ñero al empresario manizaleño Álvaro Enrique Aristizábal Calderón, de 52 años, antes de pegarle un tiro en la cabeza.
Al comerciante lo asesinaron en la noche del 19 de abril del año pasado, en el sector La Quinta, de la vereda El Arenillo, de Manizales. Su cuerpo lo hallaron a la mañana siguiente en un matorral.
LA PATRIA habló con alias Ñero, antes de entregarse hoy, pues tramitó un acuerdo con la Fiscalía. Con él son cuatro los implicados en este caso. Tres ya fueron condenados (ver recuadro).
Aristizábal Calderón fue dueño de Bar C, (en el Cerro de Oro) y del Estadero Las Colinas (en Chipre). Además, organizó fondas y arrierías en varias Ferias de Manizales. Era propietario de los restaurantes Drive in Cerritos y la Albahaca.
"A don Álvaro lo distinguí en el 2004, por intermedio de un amigo que ya falleció. Una vez me lo encontré en El Cable, lo saludé, hablamos y me dijo que necesitaba comentarme algo. Le respondí que quería un trabajito, pues estaba aburrido trabajando en el campo. Iba para Bogotá y que apenas volviera, me llamaba".
Al sábado siguiente me contactó y me dijo que me iba a pedir un favor, pero que era algo delicado.
-"Señor, si confía en mí, hágale, dígame que necesita", expresó el Ñero.
"Me respondió: 'Necesito que usted me mate'. Me dio risa, lo miré y le expresé: señor, qué le pasa, ¿está bien de la cabeza? De una me manifestó que era en serio, que tenía problemas económicos muy grandes y que si no hacía algo, en menos de una mes se quedaba sin carros, sin negocios, porque estaba muy embalado con los bancos. Necesito que me mate. Así mi familia podrá cobrar un seguro y no le faltará nada. Valgo más vivo que muerte", relató el confeso asesino.
Ñero le expresó al comerciante que esa era una petición muy rara, pero él le insistió en que no podía dejar a su familia en la ruina. Cuadraron el 'negocio'. Según el hombre, el señor le ofreció $2 millones, representados en $850 mil en efectivo, un billete de 100 dólares, tres anillos, una cadena y el celular.
"Quedó de llamarme a las 7:00 de la noche y luego que a las 8:00, pero no lo hizo. Pensé que se había arrepentido. Después se comunicó y me preguntó que si ya había buscado el sitio y que si tenía cuadrado todo. Le respondí que sí. Me dijo que todo tenía que aparecer como si fuera un robo. Incluso, que después de la vuelta nos lleváramos la camioneta para venderla".
Se llegó el día indicado, el domingo 19 de abril. Ñero metió a la 'vuelta' a alias Gato, para que manejara la camioneta de la víctima después de que terminaran, pues no sabía conducir. También a alias Colores, porque era su socio. Y este a la vez vinculó a un policía, que manejaría un vehículo y los acompañaría en el crimen.
"Nos vimos en El Arenillo. Me subí a la camioneta y conversamos. Me pidió que le desabrochara la camisa, para que se creyera que lo maltratamos para robarle. Antes de bajarnos del carro le insistí, como tres veces, en que tenía tiempo de arrepentirse. Me respondía: no me diga eso, tiene que hacerme el favor. Llevé el arma, un revólver 38 de seis tiros, que era mía, pero luego, cuando cogieron a Colores, la arrojé por la noche desde la ventana de un bus, en un retén".
Ñero contó que le dijo por última vez al comerciante que se subiera al carro y se fuera tranquilo.
-¿Aún me puedo arrepentir?, expresó la víctima.
-Claro, le manifestó su verdugo.
Sin embargo, Álvaro dijo que no había marcha atrás y le pidió que lo dejara en un lugar donde lo encontraran fácil.
"Me recordó que me debía llevar la camioneta y que la idea era que nosotros no nos embaláramos. Que debía ser una cosa bien hecha para que la familia de él estuviese bien. Él caminó y le disparé una vez en la cabeza. Luego lo arrojé al matorral. La camioneta la teníamos negociada en $9 millones, pero se le activó la alarma y tocó dejarla tirada en el sector de Los Tanques, en San Sebastián".
El caso se empezó a resolver gracias a las cámaras de seguridad, que registraron los movimientos del expolicía, quien parqueó su moto en el CAI del Parque del Agua y se subió a un Mazda gris, que posteriormente siguió a la camioneta de la víctima.
La familia del asesinado siempre ha insistido en que no cree en la hipótesis de la Fiscalía y las declaraciones de los implicados.
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