Foto I Cortesía para LA PATRIA   Felipe Antonio Olaya, columnista sobre temas de tecnología en el diario LA PATRIA 

Foto I Cortesía para LA PATRIA 

Felipe Antonio Olaya, columnista sobre temas de tecnología en el diario LA PATRIA 

Autor

Por Felipe Olaya, @olayafelipe

 

En la era digital, Colombia enfrenta un fenómeno que trasciende las fronteras físicas: el ciberacoso y el ciberbullying. Estas prácticas, que se manifiestan en redes sociales, plataformas educativas y entornos laborales, no solo vulneran derechos fundamentales, sino que también erosionan la confianza en los espacios digitales, afectando la salud mental y la cohesión social.

Según estudios recientes, más del 30% de los adolescentes colombianos han sido víctimas de algún tipo de acoso en línea. El anonimato, la viralidad y la falta de regulación efectiva potencian la agresión digital, convirtiéndola en un problema estructural que impacta tanto a menores como a adultos. El daño psicológico, la exclusión social y, en casos extremos, el suicidio son consecuencias que no podemos ignorar.

El Estado tiene la responsabilidad de liderar una respuesta integral. Algunas acciones clave incluyen: fortalecer la normativa, actualizar leyes como la Ley 1620 (convivencia escolar) para incorporar explícitamente el ciberacoso; educación digital obligatoria, incluir en el currículo escolar competencias sobre ciudadanía digital, ética en redes y manejo de riesgos, canales de denuncia efectivos; crear plataformas ágiles y seguras para reportar casos, con articulación entre Policía Cibernética y Ministerio TIC, entre otras.

La cultura digital debe construirse desde la empatía y la corresponsabilidad, familias informadas en programas de formación para padres sobre riesgos y herramientas de control parental, escuela como entornos protectores con protocolos claros para actuar ante casos de ciberbullying, con acompañamiento psicológico, campañas masivas en movimientos sociales que visibilicen el impacto del acoso y promuevan el respeto en línea.

Las empresas tecnológicas y el sector corporativo no pueden ser espectadores, algoritmos responsables a través de plataformas que mejoren sistemas de detección y bloqueo de contenido violento, programas de bienestar digital, empresas que fomenten entornos laborales seguros y capaciten a sus empleados en prevención del ciberacoso, alianzas público-privadas con inversión en innovación para crear herramientas de monitoreo y educación digital.

El ciberacoso no es un problema aislado; es un síntoma de una sociedad que aún no ha aprendido a convivir en lo digital. La solución exige acción coordinada entre gobierno, sociedad y sector privado, con políticas claras, educación transformadora y tecnología al servicio del bienestar. Solo así podremos garantizar que Internet sea un espacio de libertad y no de violencia.

 

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