Cualquier práctica política sanitaria debe enmarcarse en el esfuerzo máximo por preservar la vida dentro de la equidad social, por estar acorde con el bienestar individual y colectivo, por promover el disfrute del más alto grado de calidad de vida y no por estar entorpeciendo y obstaculizando el buen vivir.
Contrario a esto, hemos sido y continuamos siendo espectadores y víctimas de la perversión de un sistema de salud que no se ajusta a las necesidades sociales y que difícilmente llegará a hacerlo cuando vemos que empieza a tambalear su coherencia desde sus bases más elementales, cuando la formación, ideología y praxis de las personas a quienes han encargado la responsabilidad de su funcionamiento no es acorde con la protección del bienestar humano y no cultiva condiciones políticas distintas que permitan preservar la salud, alimentando así un peligroso desligamiento entre el sistema y el sujeto para el cual se plantea.
Es necesario aclarar que el entorno en el que se desarrolla dicho sujeto es mucho más complejo que el sistema que lo rige y es por esto que se hace imprescindible repensar el rumbo actual del sector de la salud, su enfoque, el grado de importancia que se le brinda a su holismo en las instancias macro desde cuales se configuran las dinámicas que reglamentan este sistema.
Deben reevaluarse los procesos que se están quedando cortos por el hecho de nacer lejos de las realidades en las cuales se aplicarán, porque sus artífices proponen y estructuran desde el conocimiento vago de una silueta que poco refleja la esencia, desconociendo los inimaginables recovecos existentes en el interior del sufrimiento humano, pues es innegable la inmensa brecha presente -y me atrevería a llamarla indisoluble- entre las miradas, posiciones y prioridades de profesionales con una percepción netamente económica por un lado y equipo de salud por otro. Los primeros no alcanzan a dimensionar cada componente, cada detalle con la minucia de quien día a día estudia con juicio y pasión cómo influye cada factor en el mejoramiento o empeoramiento de la condición humana, nunca comprenderán que el accionar de quien vela por la salud siempre se direcciona hacia el bienestar de la persona cueste lo que cueste.
En las profesiones del campo de la salud y humanas en general, se desarrollan otras actitudes y aptitudes, otras sensibilidades, otra manera de acercarse al dolor ajeno y éste es el fundamento del quehacer; es precisamente ese elemento el que no se construye siendo un ente externo encargado de estudiar la estructura del sistema, es el elemento que se crea y se configura desde la conexión con el ser que sufre haciendo todo por erradicar la causa. Para quienes reglamentan las condiciones en este ámbito, en la relación costo-beneficio, terminó imperando el costo aunque esto implique sacrificar la vida.
Los espacios políticos en general y en este caso particular, políticos sanitarios, deben ser liderados por los más aptos en su formación tanto académica como personal, aquellos que enfocan su ejercicio en el buen vivir de la sociedad y que de manera integral y permanente velan por la dignidad humana.
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