El senador caldense Humberto de la Calle Lombana, en su visita el pasado jueves a la Feria de Libro de Manizales.

Foto | Luis Fernando Trejos | LA PATRIA

El senador caldense Humberto de la Calle Lombana, en su visita el pasado jueves a la Feria de Libro de Manizales.

LA PATRIA | MANIZALES

La inverosímil muerte de Hércules Pretorius es el libro que el senador caldense Humberto de la Calle Lombana presentó el jueves pasado en la Feria del Libro de Manizales. Es un escrito de ficción que cuenta la historia de un estudiante de la Universidad de Caldas en la época de los movimientos estudiantiles y la lucha armada. De la Calle también participó de la presentación del libro de la periodista Juanita Vélez. LA PATRIA habló con él.

La inverosímil muerte de Hércules Pretorius, de Humberto de la Calle

Su obra literaria

Cuéntenos un poco sobre el libro.

Este es un libro de ficción. Hércules Pretorius es un personaje de ficción, pero tiene pedazos de realidad. También tiene pedazos autobiográficos, es una amalgama de sensaciones que ocurren sobre todo en la primera parte del libro en la Universidad de Caldas, en los momentos en que empezaba a agitarse el ambiente y el movimiento estudiantil comenzaba a volcarse hacia la lucha armada. Ahí viene una situación muy dramática de Hércules, que es su deseo de una revolución de la equidad social, pero odiaba la violencia, lo cual era muy difícil para él de resolver. El libro, por lo tanto, no es cronológico, de qué pasó en el conflicto, sino de reflexiones del papel de la violencia en un esquema de búsqueda de justicia social.

Ese libro lo escribí hace años y terminé el ciclo del libro, lo guardé porque me pareció que yo no era realmente un escritor, soy un artesano porque yo no he tenido formación, no he hecho cursos de escritura creativa. Nada de eso. Entonces decidí que no lo debía publicar, que en ese momento estaba escribiendo ensayos y otro tipo de literatura, pero hace poco salió una publicación sobre lo que ocurrió en el Chocó en la llamada Operación Calarcá, que fue una decisión del M-19 de traspasar la densa selva chocoana para hacer un asentamiento guerrillero en las inmediaciones de Antioquia y Caldas. Ahí muere Hércules Pretorius, cómo muere es una de las inquietudes que no quisiera resolver para invitar a los lectores porque hay un cierto grado de patetismo y teatralidad en la forma como Hércules muere, pero la segunda parte entonces es la que muestra ya los padecimientos y las vicisitudes propiamente militares de esa Operación Calarcá, que fue un enorme fracaso para el M-19.

¿Cuánta ficción y cuánta realidad hay en el libro?

En aquel entonces en la U. de Caldas, en mi Facultad de Derecho, era un profesor muy joven y había estudiantes como Ernesto Báez, que luego fue paramilitar; Bernardo Jaramillo, que murió en sus andanzas como candidato presidencial de la Unión Patriótica, y estaba Hércules, un estudiante real, muy brillante, que tiene elementos que aparecen bajo el tamiz de la ficción, pero ideo unas conversaciones muy duras entre Báez y Bernardo Jaramillo, que están mencionados con nombre propio. Esas conversaciones, hayan tenido un lugar o no, son absolutamente realistas en el sentido de que son la esencia de la divergencia entre una visión de izquierda y una que terminó en el paramilitarismo. Eso implica una dificultad de establecer un lindero, pero todo el libro está construido, sobre todo la primera parte, sobre un ejercicio de imaginación realista en el sentido de que no es descabellado y que no solo tiene este carácter dramático, también hay un cierto patriotismo.

En la contracarátula Ricardo Silva escribió que le parecía que había unos elementos cómicos, de alguna manera es una tragicomedia, porque también muestra las frustraciones de jóvenes románticos como Hércules que querían una revolución incruenta, la Revolución de los Claveles, y luego lo que la vida enseñó en materia de frustraciones y de fracasos. Además, diría que cada lector puede ayudar a deslindar esos dos tipos de insumos.

¿Qué tan revolucionario era el Humberto de la época de Pretorius?

Nosotros pertenecíamos a fracciones llamémoslas muy progresistas del Partido Liberal y por lo tanto nuestro lenguaje era de cambio social, profundo, con cierto grado de radicalismo, incluso con un amigo tuvimos un periódico estando en la Facultad de Derecho, que se llamaba Época, fuego en la idea y era contestatario, pero ahí es donde está el parteaguas de esta situación. Porque para nosotros la violencia no tenía cabida realmente, lo que nos diferenciaba de los compañeros de izquierda, que también buscaban el cambio social, pero para nosotros el camino era el de la reforma progresista, no el de la utilización de las armas. Mi convicción era de cambio y de cierta forma revolucionaria, en cuanto a la finalidad, pero siempre negándonos acudir a las armas.

Iván Roberto Duque, alias Ernesto Báez, exjefe paramilitar nacido en Aguadas (Caldas), y Bernardo Jaramillo Ossa, asesinado candidato presidencial manizaleño de la Unión Patriótica.

Fotos | Tomadas de Internet | LA PATRIA

Iván Roberto Duque, alias Ernesto Báez, exjefe paramilitar nacido en Aguadas (Caldas), y Bernardo Jaramillo Ossa, asesinado candidato presidencial manizaleño de la Unión Patriótica.

Crítica social

¿Qué tanto cree usted que ha cambiado la Caldas de Pretorius con respecto a la actual?

Mucho. Manizales ha sido una sociedad más bien conventual, bastante conservadora. En aquella época en la Universidad empezaban a gestarse estos movimientos un poco más violentos, pero incluso Hércules estaba ante una confrontación sobre la permanencia o no de un rector aquí en la U. de Caldas. Hércules en esa época lo que propuso fue un referendo, hay una cierta ingenuidad en eso, momento en el cual los sectores más violentos se apoderaron del movimiento estudiantil. Esto ocurría en una sociedad que temía el cambio con una estructura jerárquica social elitista, con un profundo dominio de la élite sobre la sociedad manizaleña. Eso ha cambiado en la sociedad, también en la Universidad, hoy es una ciudad contemporánea, probablemente con menos conflictividad en lo que tiene que ver con organizaciones o grupos armados, con problemas de seguridad como todas, pero creo que más consciente, más militante, más progresista. Lamentablemente no puedo dejar de mencionar que en muchas ocasiones la política se ha convertido en un lastre para el desarrollo político de Manizales, porque desafortunadamente sectores de la clase política han pensado más en sus intereses.

Hemos tenido unas obras de corrupción cuando en aquella época decíamos que éramos el departamento modelo, pues hoy es algo que no podemos decir en ese terreno. Tenemos éxitos y fracasos, la vida es un poco así, pero la ciudad sí es mucho menos conventual y conservadora de lo que era en ese momento.

¿Cree que si el libro lo hubiera escrito de forma lineal el final habría sido diferente?

No, el final siempre estuvo así. Lo que pasa es que lo que es nuevo es que lo adobo con una anécdota que sí es contemporánea, que es una pregunta en una conversación informal con alias Iván Márquez, jefe de la delegación de las Farc, cuando él me pregunta qué es lo que no le puede faltar al guerrillero. Y uno piensa que es el fusil, que se puede reemplazar, el guerrillero puede reivindicar el fusil, no voy a decir la respuesta, pero ahí está la clave y de alguna manera, si se mira la carátula un poco, aquí está apuntada esa historia y la relacionada sobre todo con la muerte Hércules, ligada a esa anécdota de 'Márquez'.

A partir del libro, ¿qué experiencias cree que puede retomar el proceso de paz del Gobierno actual con el Eln?

Es muy difícil predecir lo que va a pasar, en particular porque la contextura del Eln, la forma de tomar sus decisiones, es bien diferente de la de las Farc. Hay una complejidad, ellos son un poco federales, toman sus decisiones en un colectivo que se llama el Comando Central (Coce). Insisten mucho en la participación de las comunidades y no tanto en una negociación directa con el Gobierno. Me parece que hay un buen dato que es el cese al fuego que entró en vigencia, cuando esto se ve ensombrecido por la noticia de la preparación de un atentado contra el fiscal General, que es algo extraordinariamente grave atribuido al Eln, aun cuando sostiene que no es el autor de esa idea. Y, en segundo lugar, el propio comandante de las Fuerzas Militares ha señalado que ha habido seis casos de posible incumplimiento. Esto es muy frágil y muy delicado, pero yo diría que frente al Eln, los caminos político y jurídico son algo que Colombia lo ha incorporado, así haya personas que están en desacuerdo. Sin embargo, para un colombiano negociar con una guerrilla política puede ser repudiable, pero entiende ese ejercicio.

Lo que me parece más complejo es la llamada paz total con las bandas criminales, que entre otras cosas debía hacerse a la luz de una ley de sometimiento que no ha sido aprobada en el Congreso. Seguramente se reactivará, pero ahí hay unos desafíos morales para la sociedad colombiana, mucho más grandes. Ojalá se logre la paz, pero lo que yo tal vez diría que hay que tener cuidado es en no confundir. Aquí hemos entendido por conflicto armado interno el que plantean guerrillas que se dicen políticas y que lo fueron genuinamente en el momento de su nacimiento. Estas otras bandas criminales no quieren cambiar el Estado, lo que quieren es garantizar sus rentas ilícitas. Luego ahí la necesidad de la distinción y de no caer en el embrujo de posibles acuerdos con bandas que no tienen realmente ningún incentivo distinto a la minería ilegal o al narcotráfico.

¿La sátira que hace de distintos grupos ideológicos del contexto del libro está más vigente que nunca?

Sí. La izquierda en Colombia ha tenido una serie de facciones interiores que son cuasirreligiosas, entonces se hablaba de los que seguían la ruta de la Revolución Cubana, luego el foquismo de los esfuerzos del 'Che' Guevara, el Partido Comunista línea de Mao... Es un enjambre, hay que reconocerle a Gustavo Petro que realmente por primera vez ha logrado enmarcar toda esa multiformidad de la izquierda en Colombia en un proyecto político, que tiene aspiraciones importantes, también fracasos y no ha logrado realmente impulsar el convertir en realidad esas ideas. Luego en este momento la izquierda por lo menos se ha logrado unificar alrededor del presidente. No sé si eso durará, si eso se puede reventar o no, pero lo que sí quiero decir es que esas diferencias dentro de la izquierda, que por ahora están mitigadas por el hecho de estar en el poder, siguen estando vigentes.

Vista antigua de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Caldas, alma máter del político manzanareño Humberto de la Calle Lombana.

Foto | Tomada de la Universidad de Caldas | LA PATRIA

Vista antigua de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Caldas, alma máter del político manzanareño Humberto de la Calle Lombana.

Sobre el Gobierno nacional

¿Cómo evalúa este primer año el presidente Petro?

Muy regular, porque por un lado presentó una propuesta de cambio. El 7 de agosto del año pasado planteó un acuerdo nacional, logró hacer una coalición para este acuerdo, pero rápidamente el maximalismo del Gobierno desbarató la coalición. Fue el propio presidente el que la disolvió, porque su idea era alrededor de la reformas sociales, no moverse y reiterar solo su propio mensaje, que venía entregándoles a los colombianos desde la campaña. Ahí hubo una radicalización y de cierto modo una expresión testaruda que le generó la imposibilidad de acoger ideas alternativas.

El problema no es solo ese, gobernar en Colombia es una tarea tan compleja que me parece que hacerlo con una sola visión es como los caballos en las ferias taurinas, cuando tienen tapaojos que no permiten sino la vista en una sola línea. Me parece que eso de por sí es equivocado, pero en el caso del Gobierno es peor porque la tesis que tiene es que quien haga reparos, así sean reflexivos, sobre las reformas es un oligarca, es un descendiente de esclavistas o es un fascista o neoliberal, luego el propio presidente ha sido muy voluble porque propone un acuerdo, después se desbarata, se va al balcón de la Casa de Nariño, genera mil resistencias en sus diatribas y el 7 de agosto de este año vuelve a llamar al acuerdo nacional, pero el acuerdo no puede ser solo un acuerdo sobre lo que cree el presidente, para que haya un acuerdo tiene que haber una visión más amplia, en la que muchos colombianos podemos opinar algunas cosas a favor, como lo he hecho en el Senado, otras en contra, porque me parecen incorrectas sin que uno pueda ser objeto de esa descalificación tan dura y tan fanática del presidente.

Lo segundo es que ha habido una labor de demolición del presidente, entiendo que uno de cambio tiene que demoler, pero al mismo tiempo tiene que construir y lo que lo que hemos visto es una incapacidad de ejecución muy grande. Ha tenido enormes dificultades para llevar a la realidad lo que propone y tiene un discurso inspirado como si él pretendiera ser un líder mundial en algunos puntos acertadamente como el cambio climático, pero cuando usted aterriza las ideas por ejemplo de no exploración nueva en materia de hidrocarburos a la realidad fiscal de Colombia se encuentra con un muro casi imposible de superar, entonces hay una falta de sentido práctico y de elasticidad para que el presidente no pierda el rumbo que es legítimo. Él fue elegido para el cambio, pero la realizaciones realmente han sido muy pocas.

¿Cuáles cree usted que serían los puntos ideales para una reforma política en el país?

Lo primero es que sí causa un poco de desconcierto porque hay unos temas en los que ni siquiera hay unos acuerdos mínimos. Voy a poner un ejemplo: este gobierno presentó una reforma muy tímida, pero que se basaba fundamentalmente en la institucionalización de los partidos, partidos fuertes, listas cerradas, etcétera; cuando se disuelve la coalición, el propio Gobierno (el ministro del Interior, esto no es una imaginación mía) sostiene la tesis de que la democracia no está en los partidos, sino en cada congresista, que cada congresista es un mundo libre y que hay que entonces entrar en estas negociaciones uno a uno, todos los colombianos sabemos que esas negociaciones son extraordinariamente peligrosas porque pueden estar teñidas de mermelada, pero que en el mismo gobierno haya dos visiones tan distintas del sistema electoral me parece que muestra que carecemos de consensos mínimos.

Luego lo que ha venido ocurriendo en estas denuncias sobre financiación de campañas, más allá del resultado judicial que los jueces decidan cuales son las responsabilidades, pero lo que yo veo es que en Colombia no hemos podido instalar en la mente de los colombianos la idea de que la financiación de las campañas debe ser sagrada que violar los topes es muy grave porque eso mina la democracia, si una falla de la democracia es que el exceso de dinero puede predeterminar un resultado los topes son esenciales.

En segundo lugar, me parece que hay como cierta condescendencia con estos fenómenos. La ley dice que son delitos, pero la conciencia social no lo ve así, más o menos le parece un poco importante. A raíz de estas declaraciones de Nicolás Petro, hubo líderes destacados que dijeron 'bueno, eso no es tan grave, eso no tiene importancia'. Ese es el problema de fondo, aquí no hay una conciencia realmente social compartida de que sobre ese tema de la reforma política hay que hacer un esfuerzo genuino y no solo de maquillar. Y a partir de allí hay suficientes elementos técnicos, en La Habana en la negociación con las Farc lo que se estableció fue en un procedimiento de una comisión internacional que señalara la ruta crítica de una reforma política y ahí está el documento, ahí están las recomendaciones y no se han cumplido y no se han querido cumplir. Para mí el gran escollo es la misma falta de decisión y de voluntad política para lograrlo.

El vicepresidente de la República entre 1994 y 1996, Humberto de la Calle, y Gustavo Petro, actual presidente de Colombia, fueron candidatos al primer cargo de la Nación en las elecciones del 2018. El caldense cayó en primera vuelta, mientras que el cordobés fue derrotado en segunda por Iván Duque.

Foto | EFE | LA PATRIA

El vicepresidente de la República entre 1994 y 1996, Humberto de la Calle, y Gustavo Petro, actual presidente de Colombia, fueron candidatos al primer cargo de la Nación en las elecciones del 2018. El caldense cayó en primera vuelta, mientras que el cordobés fue derrotado en segunda por Iván Duque.