Felipe Olaya Arias, columnista invitado de la sección Educación del diario LA PATRIA de Manizales

Foto I Cortesía para LA PATRIA

Felipe Olaya Arias, columnista invitado de la sección Educación del diario LA PATRIA de Manizales

Autor

Por: Felipe Olaya Arias

@olayafelipe

 

Halloween se ha convertido en una festividad ampliamente celebrada en Colombia, un día de disfraces, dulces y recorridos por el barrio. Pero detrás de la diversión y en muchos casos de la tradición inocente, se esconde un conjunto de riesgos que debemos abordar con seriedad. En 2023 y 2024 las autoridades en diversas ciudades alertaron que el 31 de octubre entra entre los días más peligrosos para los niños: la PolicíaNacionaldeColombia reportó en promedio doce menores extraviados por ciudad durante esa noche.

A nivel internacional un estudio de la UniversityofBritishColumbia encontró que los niños tienen hasta diez veces más probabilidades de ser víctimas de accidentes de tránsito en Halloween. Es evidente que no basta con encender velas y poner faroles: debemos ser conscientes de lo que implica proteger a un menor y la gestión institucional deben converger para garantizar que los niños gocen de la festividad sin vulnerabilidad. El reto está en tres dimensiones integradas: seguridad física, seguridad digital y reconocimiento del niño como sujeto de derechos.

 

Las cifras colombianas muestran que en la noche de Halloween se incrementan los incidentes de tránsito, los extravíos y la exposición a entornos con licor o multitudes. Es indispensable que las rutas escolares, los recorridos tradicionales y las actividades en colegios incluyan iluminación adecuada, acompañamiento adulto y sistemas de monitoreo, incluso en zonas rurales donde la conectividad y la infraestructura son débiles.

 

Pero hoy, la protección de los niños no se limita a su entorno físico. En la era de la hiperconectividad, Halloween también abre nuevas puertas para riesgos digitales: desde la captura de imágenes sin consentimiento hasta el uso de apps de geolocalización o filtros que disfrazan identidades.

 

Organismos como CiberPaz advierten que durante esta fecha se incrementan las campañas de phishing o engaños a menores. Las escuelas deben incorporar en sus protocolos no solo el “cómo acompañar al niño” sino el “cómo guiar su huella digital” en una realidad festiva.

 

Mucho más profundo es el entendimiento de que el niño no es un simple objeto de vigilancia, sino un sujeto con capacidades, derechos y participación. Durante Halloween, las dinámicas tradicionales, disfraces, el “truco o trato”, compartir dulces, pueden reforzar su autonomía y su interacción con el entorno. Pero si no se ven acompañadas de conciencia, se transforman en rituales expuestos. Reconocer al niño como agente de su propia protección implica diseñar espacios educativos que lo preparen para entender dónde está, con quién va, cómo volver a casa y qué decir si algo se sale de control.

 

Desde esta perspectiva, propongo algunas claves de acción que deberían implementarse en el sistema educativo, los colegios, los entornos urbanos y los hogares:

 

  • Incluir, en las horas previas a Halloween, módulos breves de alfabetización en seguridad digital y física, orientados a niños y adolescentes: qué hacer si se separan del grupo, cómo usar dispositivos móviles para pedir ayuda, qué datos no compartir.

  • Establecer protocolos integrados en los colegios: rutas seguras, puntos de reunión, monitorías de dispositivos móviles, facilitación de cámaras en puntos críticos, y acompañamiento de agentes de tránsito o vigilancia.

  • Utilizar tecnología de manera inteligente: apps escolares de geolocalización temporal, registros biométricos de salida/ingreso cuando los niños participan en actividades organizadas, sensores de afluencia en centros comerciales o zonas concurridas para alertar a responsables.

  • Fomentar la participación familiar como núcleo de vigilancia: niños que enseñan a sus padres a usar linternas LED o luces reflectantes en disfraces, que usan apps sencillas para reportar su ubicación; cuando la tecnología y el afecto se combinan, el resultado es más seguro.

  • Priorizar políticas públicas que garanticen infraestructura de conectividad y vigilancia digital segura en zonas vulnerables, cerrando la brecha entre zonas urbanas y rurales, para que ningún niño quede desprotegido por falta de señal o supervisión remota.

 

En última instancia, este espacio busca trasladar la celebración de Halloween de una mera festividad a una oportunidad de empoderamiento colectivo y tecnológico de la infancia. Cuando un niño usa una linterna reflectante, cuando un padre recibe una notificación móvil del colegio y cuando una comunidad activa un sistema de alertas, no solo estamos protegiendo una noche; estamos enseñando a una generación a ser consciente, segura y participativa. Porque la mejor tecnología es la que acompaña a los niños y les permite ser protagonistas de su propia protección. Y la mejor celebración no es la más ruidosa, sino la que ocurre con tranquilidad, respeto y autonomía. Este 31 de octubre, que los disfraces brillen y que la vigilancia, física, digital y ética, esté encendida también.

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