MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Fredy Cante Maldonado es economista, doctor en Ciencias Económicas, profesor de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales en la Universidad del Rosario, dedicado a formar en acciones políticas no violentas.
Vino a Caldas a dictar una cátedra sobre cómo afrontar la corrupción a través de estas acciones. Estará esta semana en Anserma, Aranzazu y Aguadas dictando talleres a estudiantes normalistas de último grado y sus docentes, y el viernes concluye su visita con una conferencia para funcionarios de la Gobernación y el público que quiera acudir.
La presencia del experto es un incentivo. Caldas fue de los departamentos con mayor votación en la Consulta Anticorrupción del 26 de agosto.
- ¿Cómo termina un economista trabajando en acciones políticas no violentas?
Porque estamos en un mundo complejo en el que se requiere cada vez más el enfoque interdisciplinario. La esencia de la acción política no violenta es muy económica, es un poder de no cooperación. Los gobernantes dependen de impuestos, los empresarios de mercados. Si los gobernantes o los empresarios incurren en malas conductas, los ciudadanos pueden dejar de pagar impuestos o de comprar un producto.
- ¿Este mecanismo tendría cabida en las discusiones sobre el propósito del Gobierno Nacional de gravar con IVA toda la canasta familiar?
Sí, algunas personas están poniendo sobre el tapete la posibilidad de no comprar artículos cargados con IVA; buscan otros mecanismos, como los mercados campesinos o comprar directamente al productor, tratando de evadir y no cumplir con una norma injusta.
- ¿Cómo ejercer la acción política no violenta sin infringir la ley?
Hay matices interesantes. La protesta legal, la acción de tutela -que permite defender derechos-, pero en algún momento las reglas de juego normal se quedan cortas. La objeción de conciencia está en una zona algo gris, es permitida por algunas constituciones, por razones éticas y morales un individuo puede dejar de prestar servicio militar porque lo considera injusto. Otra acción no violenta es la desobediencia civil, que está en un umbral entre lo legal y lo ilegal. Algunos dicen que hay que castigar a los desobedientes, pero un desobediente entiende que la ley a veces es imperfecta e injusta. Hay otro mecanismo, la resistencia civil, más radical que las anteriores que mantienen lealtad con el contrato social y se revelan contra aspectos de una política o de una ley. La resistencia civil se puede convertir en una acción revolucionaria, en un cambio drástico. Todas, a diferencia de las acciones violentas, no son de carácter destructivo. Se trata ante todo de minimizar los daños a los seres humanos, a la infraestructura y a la naturaleza. Pero sí hay una disrupción, de lo contrario sería una acción inocua, pasiva, y en la política se trata es de tener algún impacto para ser escuchados.
- ¿Parece ser, como se dice coloquialmente, pasarse la ley por la faja?
Pongo un ejemplo. Hace una década se hizo en Colombia una marcha contra el secuestro, que terminó siendo una marcha contra las Farc, pero aún con lo inofensiva causó una disrupción, entendida como una parálisis en el transporte. La disrupción a la que me refiero es generar un desorden transitorio para ser escuchados. Lo importante es que ese desorden no termine en vandalismo, en destrucción, que sea algo decente. Hace ya largo tiempo -7 de febrero de 1948- Jorge Eliécer Gaitán hizo lo que podríamos caracterizar acción no violenta, fue la oración por la paz, precedida por la marcha del silencio; una multitud que estaba furibunda, pero que no usó la violencia, uso el símbolo del silencio y del sonar de sus pasos sobre la carrera séptima de Bogotá, y eso generó un impactó político muy importante.
- ¿Si es una práctica tan antigua, qué ha faltado para que tenga efecto?
Posiblemente no se le ha hecho tanta difusión como a las acciones violentas. El International Center on Nonviolent Conflict tiene un libro titulado Una fuerza más poderosa que muestra ejemplos que arrancan con Gandhi en la India y Martin Luther King en Estados Unidos, siguen en Sudafrica con Nelson Mandela y Desmond Tutu. Hace referencia a movimientos en Europa; en Chile, el plebiscito para hacer transición a la democracia, las madres de la Plaza de Mayo en Argentina, en Colombia como una huelga general ayudó al derrocamiento del dictador Gustavo Rojas Pinilla; unos jóvenes serbios de la organización Canvas, que utilizan juegos pedagógicos para mostrar cómo funcionan las acciones políticas no violentas. Están ahí, pero necesitamos que se vuelvan más masivas, particularmente en Colombia, que experimentó durante más de medio siglo un conflicto muy violento.
- ¿Si en vez de negociación entre Gobierno y Farc se hubiera aplicado una acción política no violenta de la sociedad con las Farc, qué hubiera pasado?
Hay algunas pistas de lo que intentamos con Mockus -trabajó con él en su segunda alcaldía de Bogotá-. Le propuse armar una especie de directorio con todas las personas secuestrables del país, con sus nombres y direcciones, pero precedido de un manifiesto firmado ante una autoridad pública y religiosa diciendo: los que estamos en este libro no vamos a pagar secuestro. Una acción política no violenta hubiese sido que la ciudadanía no pagara extorsiones, ni secuestros, ni hubiese cooperado con los actores violentos. Hubiese sido una lucha más participativa de la sociedad.
- Llevado al plano personal, al familiar, al comunitario, ¿la acción política no violenta cómo se podría aplicar a la intolerancia, causa de buena parte de hechos violentos en Colombia?
Con Antanas discutíamos el mito de Lisístrata -huelga sexual de las mujeres-, que es la génesis de la huelga de piernas cruzadas, es decir la no cooperación sexual de una mujer con su compañero, decisivo para que él cambie de comportamiento.
- ¿Es acudir entonces a la creatividad para resolver conflictos?
Sí, pero hay un trabajo en la parte emocional, porque muchas acciones violentas tienen que ver con rabia, con odio; estados transitorios en los que mucha gente está drogada o alicorada. Entonces hay un reto grande de cómo afrontar esas realidades, prepararse emocionalmente para no responder con violencia ante las agresiones, hay que ser resistentes. En Colombia somos muy impulsivos, uno muchas veces está dispuesto a patear a alguien, hay un reto muy grande de cómo controlar esas pasiones para después no arrepentirse. Hay acciones simbólicas. El hecho de darle la espalda a un interlocutor grosero o irrespetuoso, algo que uno utilice como prenda de vestir es impactante simbólicamente.
- Las redes sociales manejan un alto contenido de violencia, ¿cómo contrarrestarlo a través de estas acciones?
Retomo a un profesor legendario que se metió en la política y ahora es un prófugo de la justicia, Luis Carlos Restrepo. Escribió el libro El derecho a la ternura, se preocupaba porque veía que esta sociedad nuestra es más visual, y uno ve a las personas en los autobuses con sus dispositivos electrónicos y comunicados con realidades que puede no sean ciertas. Un elemento para contrarrestar esto es la comunidad, constatar directamente si lo que se plantea es falso o verdadero, experimentar directamente con la gente. Hasta cierto punto las redes ayudan, pero lo fundamental sigue siendo la relación humana, el contacto con todos los sentidos y realidades.
"Hace muchos años, sin haber estudiado estos métodos, estudiando Economía en los años 80 en la Universidad Nacional, participé en una marcha por la Avenida Jiménez de Bogotá. La fuerza pública empezó a asediarnos y a castigar con bolillo a los compañeros. Ya se veía venir sobre mí, me tocaba un policía muy grande y me paré frente a él, con una mirada muy suave, le alcé la mano y le dije: paz. Él freno, no castigó, y de ahí en adelante los policías no castigaron más. Fue mi primera acción política no violenta sin saberlo. Obviamente no fue inocente porque tenía una chaqueta llena de sprays para hacer grafitis.
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