Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA|Manizales
Jorge Franco recuerda que en su casa los nietos recibían regalos en el Día de la Madre. Se le ilumina el rostro al recordar que una vez su abuela paterna le regaló un frasco vacío de loción, que había empacado juiciosamente y no se acordaba de haberlo gastado.
Franco, como buen paisa, sabe que en el Día de la Madre la susceptibilidad está a flor de piel y cualquier mención a ella puede ser fatal. "Es el día que hay más muertos en Colombia".
Lo celebraban siempre en casa de sus abuelas, se turnaban. A la paterna, que le llevaban regalos, pero casi siempre ella también les tenía presentes a los nietos, cosas hechas por ella o reciclados, cosas que le habían dado y no le gustaban. "Como éramos muchos nietos, preparábamos algo, una función de títeres. Siempre ha sido un día memorable".
- ¿Sigue siéndolo?
Ahora no tanto, porque muchos vivimos afuera. Ya no están esos abuelos que eran el centro de atención de la familia. Ahora lo hacemos a través de mi mamá, de mi suegra. Como está mi hija, procuro que ella tenga algo para su mamá. Es algo más discreto, pero sigue siendo importante en la vida familiar y procuro que se incentive a la generación que vino después de nosotros, a mi hija y a mis sobrinos.
- Sus últimas novelas hablan más de esa cultura antioqueña.
He sentido que las últimas son incluso más paisas que las primeras. Mala noche puede suceder en cualquier ciudad del mundo. Rosario tiene una temática universal como Paraíso Travel, pero la raíz paisa la he trabajado más en Melodrama, en Santa Suerte e incluso en El mundo de afuera, en el que está presente ese sentir paisa.
- ¿Y ya le dejaron de pasar cuenta de cobro ciertos sectores de Medellín por escribir El mundo de afuera?
Sí, los veo más tranquilos. Cuando una historia tiene un referente real, y uno recurre a la ficción como hago yo, se presenta un choque entre quienes dicen que las cosas no fueron así, pero lo están confrontando con algo que no tiene mucho sentido, una novela. Cuando escribí la primera palabra fue la tijera que cortó el cordón umbilical con la historia real. Ahí comienzan a operar otras leyes para la construcción de esta historia, las de la ficción.
Comienza con cada libro
La fama que precede a Jorge Franco, que saltó con Rosario Tijeras y se consolidó con el premio Alfaguara, no le hace creerse el gran escritor que es. Explica que en literatura, y él lo vivió en carne propia: "Un éxito no garantiza el siguiente".
Insiste en que el arte es superior al mismo artista: "Los caminos para contar historias hay que construirlos con cada libro, ante ese azar, me parece muy inútil vanagloriarse, decir que tengo la fórmula mágica para resolver cualquier reto literario que se me presente, de eso no hay tal".
- Dice que reescribe y corrige muchísimo sus textos. ¿Entonces cómo sabe cuándo parar y decir esto ya está listo?
Uno intenta, pero llega un punto en el que lo que uno tiene a mano ya no da para más. Esa parte de la escritura la considero lúdica, es la que más disfruto, la escritura misma, el encierro, confrontarse con una historia. Ese es el oficio, probar, ensayar, devolverse, tachar, corregir. Es la química del oficio, es lo mágico y agradable.
- ¿Estudiar literatura en la universidad le sirvió para eso?
De la universidad no me quedó mucho. Pensé que me iba a ayudar a ser escritor, pero no. Me sirvió en el sentido de dotarme de una bibliografía muy amplia, de muchos textos que no conocía, que había de pronto leído en el colegio de malagana, pero mirarlos con una lectura más adulta, fue interesante. Ser escritor es parte más de una experiencia propia, que me ha llevado a entender que un texto no resulta de un solo proceso de escritura, sino de muchos procesos que tienen que ver con la escritura, incluso vivenciales. De lecturas, de entrevistas, de investigación y, por supuesto, lo fundamental es la reescritura. Me acuerdo de cuando estudiaba cine, que estaba mirando la obra de Orson Wells y él decía: los guiones no se escriben, los guiones se reescriben y creo que eso pasa con cualquier texto. Hay que reescribirlo. Casi lo aplico hasta para los correos electrónicos.
- Usted hablaba que parte de su gusto por los libros fue de el Círculo de Lectores. ¿Cree que quienes tuvimos esa posibilidad obtuvimos un gusto muy ecléctico por la literatura?
Creo que sí. Mi familia no era muy lectora, excepto mi abuelo paterno que tenía una biblioteca importante, pero yo los miraba y me parecía que esos libros eran viejos, por la forma como estaban empastados, ordenados, los temas, los títulos. El Círculo de Lectores tenía algo atractivo, la presentación, incluso de la revista, era moderna, gresiva. Los libros que llegaban a través del Círculo eran bonitos como objeto. Ahí había de todo, hasta libros prohibidos para jóvenes. Comencé a hojear Los siete minutos, de Irving Wallace, con un contenido erótico fortísimo, miraba alrededor que no hubiera nadie cercano, porque vi que tenía un contenido bastante fuerte. Esa variedad de autores me llevó a afiebrarme por la lectura. Cuando tenía 15 años mi abuelo empezó a bajar esos libros suyos y me pasó Romeo y Julieta, y quedé fascinado. A mí me han gustado las historias de amor y al verlo a través de una ventana como Shakespeare, el mundo se me abrió. Me leí sus dramas, sus comedias y hasta sus sonetos.
- ¿Cree que es el escritor que le habría gustado ser habiendo leído lo que leyó?
Abordo lo que me gusta. De hecho a veces tengo problemas porque me piden ciertos textos, pero si no siento química o una conexión con el tema, no lo hago. Tengo cierta frustración porque me habría gustado tener más facilidad para escribir temas infantiles. Eso me ha sucedido desde que soy papá. Tal vez busco una forma para seducir más a mi hija. Lo intenté con La niña calva, pero a ella no le gustó. Le pareció miedoso. De alguna manera no he podido dejar al lado lo sórdido en mis historias. Espero que luego ella lo lea con otra mirada y tal vez le guste.
- ¿Va a volver al cuento alguna vez?
Me encantaría. Es un género que me fascina. Siempre he creído que mientras más conciso sea el género, más difícil es. Ahí hay un tema, el cuento no tiene mucha divulgación editorial. Los editores le hacen a uno una mueca cuando les plantea un libro de cuentos.
- ¿Así se llame Jorge Franco?
Así es, porque ellos saben que no va a ser lo mismo que una novela, en cuestión de ventas, distribución y comercialización. Y tengo otro problema y es que soy lento en la escritura.
- ¿Qué está leyendo ahora?
Un libro que tenía engavetado hace dos décadas, Los versos satánicos, de Salman Rushdie, y es más, tengo por ahí unos cinco o seis libros desde hace 10 años. No sé por qué no los he leído, puede ser por el mismo desorden de mi biblioteca.
Las lecturas
Jorge Franco no tiene problema en leer otras cosas cuando está escribiendo. "Es muy misterioso ese llamado que le hacen a uno los libros. Hay veces que me salto todo lo que tengo en fila y de pronto leo algo que me dispara el botón de la curiosidad".
Cuenta que principalmente lee novelas porque le interesa su estructura, ver qué están haciendo otros, pero también lee ensayos y hasta poesía, eso sí mejor la del Siglo de Oro, porque dice no tener elementos para diferenciar la poesía buena de la mala que se escribe hoy.
Un manizaleño
Jorge Franco ha sido generoso en reconocer que sus libros no salen a la luz sin que pasen por los ojos del escritor manizaleño Jaime Echeverri, con quien ha construido un estilo de trabajo que le ha dado los frutos que hoy cosecha. "Él es la contribución manizaleña en mis historias".
Recuerda que lo conoció en la única materia que vio en la universidad de escritura creativa. Jaime la dictaba y una vez lo invitó a su casa para revisarle unos cuentos, porque creía que solo era ajustarles las tuercas. "Y nos sentamos desde hace veintitantos años, y desde eso cada vez que tengo unas páginas de la novela, me voy para donde Jaime y las leemos en voz alta, que es un ejercicio de mucha ayuda, además de leerlo después de unos meses de escrito, es una distancia importante".
Dice que es la mirada de un lector que respeta su estilo, que trata de corregirle ciertos vicios que puede tener como escritor. "A mí la inseguridad me lleva a ser reiterativo, creyendo que el lector no ha entendido lo que quiero decir. Jaime me dice: tranquilo, que eso ya está claro, no hay necesidad de reiterar tanto".
Se reconoce inseguro como escritor y por eso solo le muestra los textos a Jaime, a quien tampoco le hace caso en todo lo que le dice. "Sobre todo con los finales es donde más peleamos, porque casi siempre cuando llego a un final lo vengo pensando desde el comienzo de la historia. Si a algo llego seguro es al final".
La amistad se ha consolidado tanto entre estos autores, que han aprendido a leerse los gestos. "Cuando no me lo comenta, le veo el gesto, y rápidamente con un lápiz rojo que mantengo a la mano pongo una seña. También he aprendido a interpretar esos gestos cuando le gusta algo".
No obstante, dice que los dos saben que no importa lo que hagan a la hora de la verdad no saben cuál es el camino que va a tomar un texto, que está en manos del azar. "Uno confía en que el libro aprenda a defenderse solo, hay algo azaroso ahí que es parte del camino que toma el libro".
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015