Foto | Lector | LA PATRIA
Felipe Ruiz Ramírez en compañía de su tío.
Crecí en un hogar lleno de amor y ejemplo de fortaleza para afrontar todo. Antes de la muerte de mi padre, a mis 13 años, a causa de un cáncer, veía a mi tío como mi mejor amigo. Jugábamos a Star Wars y compartíamos la pasión por los videojuegos.
El tiempo fue pasando y mi tío adquiriendo responsabilidades y poco a poco, sin ser consciente, empecé a verlo como un padre, un ejemplo, un guía. Recuerdo que en algún tiempo fuimos a clase de cocina y éramos un equipo a pesar de tener menos años que él. Éramos como Batman y Robin.
Fui el pajecito en su boda, le di una idea para irse de luna de miel y en mi grado como médico me entregó las insignias junto con mi madre, estas como muchas otras cosas más, nos hicieron inseparables.
Me convertí en su médico de cabecera resolviendo sus dudas, atendiéndolo y examinándolo, cuidándolo.
Todo lo anterior lo expreso porque la persona que soy se la debo en gran parte al hombre que despedimos. No sé si algún día logre ser por al menos la mitad de lo que ha sido él, pues personas tan especiales y con tanta luz como lo fue mi tío no se encuentran tan fácil.
Gracias por el apoyo, la compañía y el amor brindado. Gracias a Natalia por ser una mujer fuerte y maravillosa, mi tío no pudo tener mejor compañía en su vida; a su hija, ese regalo en la tierra que nos deja; gracias a la Familia de Natalia, Doña Gloria, Martín, Catalina; gracias mamá, tío Wilmar, tía Luz, sus hermanos, a Daniela mi novia, a Angélica, la esposa de mi tío Wilmar, a sus sobrinos: Manuela, Rafael y Juan José, primos, a mi abuelita y demás familia, a sus amigos del trabajo, de la universidad, del colegio y todos amigos en general; al personal de salud que con pasión y entrega cuidaron de mi tío, y finalmente a todos los que nos acompañan.
Te amo tío por siempre
Felipe Ruiz Ramírez