GEOVANNY MARTÍNEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Ricardo Jaramillo Arango dando gritos de auxilio alertó a los vecinos del primero de los tres incendios que afectaron el siglo pasado a la capital de Caldas. A las 2:30 de la madrugada del miércoles 19 de julio de 1922 se inició una voraz conflagración en la fábrica de velas La Campana, situada en la calle 14, entre carreras 10 y 11 (un siglo después la calle 20 entre carreras 20 y 21 de Manizales).
La muchedumbre agitándose de aquí para allá por la terrible idea de ver toda la ciudad destruída se botó heróicamente a prestar auxilio tirando agua en cantidad escasa a través de algunas mangueras y raspando con machete y trozos de madera los postes y paredes de las edificaciones y casas a las que apenas las llamas alcanzaban como el edificio Toro.
Cerca de mil personas trabajaron durante siete horas para impedir el avance del incendio, entre ellos 500 niños y niñas que arribaron a la capital de Caldas provenientes de Riosucio, Pereira y Aguadas para participar en el desfile del 20 de Julio, además del atleta ruso Barón de Roland, el hombre más fuerte del mundo, que se había presentado el pasado sábado ganándose el cariño y admiración de los manizaleños transportando enormes fardos a sitios seguros con su fuerza descomunal.
La conflagración arrasó los edificios de los hermanos Gómez, los talleres de LA PATRIA y extendiéndose hasta otro edificio del frente de los mismos señores y la casa de Ramón Jiménez. Se vieron abrazadas por las llamas las habitaciones ubicadas encima de los establecimientos El Molino Rojo y el Almacén Alemán, de Alfred Held. Se prolongó por la carrera 11 hasta la casa de Álvaro Jaramillo llevándose a su paso las viviendas de Rafael Botero, Jorge Hoyos, Roberto Salazar, Gabriel Gómez Duque, María Toro de Orozco, Jesús Montes Ramírez y de la madre de Marco Gómez.
Historia patria
Las llamas dejaron en pavesas el taller tipográfico de LA PATRIA llevándose con ellas un gran esfuerzo económico e intelectual. Sin embargo, la resiliencia ha sido una característica de este diaro en sus 100 años de historia que ha sobrevivido a incendios, quiebras económicas, censura, el asesinato de su subdirector por orden de un líder del Partido Liberal, campañas de estigmatización y hostigamientos y hoy en día sigue adelante en medio de un clima de descrédito.
El 22 de julio de 1922, cuatro días después del siniestro, el periódico de casa volvió a publicarse a pesar de que muchos lo creyeron herido de muerte por la pérdida de la imprenta que fue devorada por el fuego. Su circulación nuevamente se debió a la generosidad de los talleres Agustinianos donde fue impreso. Así resumía el regreso el editorial de ese día: "Este periódico, como los valiosos edificios destruídos, resurge como el fénix legendario con nuevos bríos y mayores esperanzas, acomete la conquista del futuro".
Seis meses después, el 17 de febrero de 1923, LA PATRIA inaugura nuevos talleres, con linotipo y otros elementos de tipografía modernos.
Saldo de la catástrofe
Los archivos de la catástrofe indican que dos personas murieron, un agente de la Policía y un estilista, además de numerosos heridos, dos de consideración, Víctor Echeverri con una herida en el pecho como consecuencia de la caída de un balcón y quien fue operado el 21 de julio en La Sante y Tulio Meza,
propietario de un almacén de un taller de talabartería, quien fue herido por la caída de una viga, además falleció un caballo de los hermanos Gómez, quienes no tuvieron tiempo de salvarlo cuando se desplomaba todo el maderamen de uno de sus edificios.
Aunque las pérdidas se estimaron en unos 600 mil dólares, los comerciantes lograron sacar sus mercancías intactas. De La Fontana, un conocido y poderoso expendio de víveres situado en los bajos del edifico de Jorge Hoyos, sus propietarios alcanzaron a trasladar toda la existencia de artículos a depósitos cercanos de la calle inmediata, lo mismo hicieron los empleados de El Molino Rojo y del Almacén Alemán.
Los habitantes más cercanos del lugar del incendio también lograron sacar todos sus mobiliarios llevándolos a la Plaza de Bolívar, a la Gobernación y a las casas vecinas, no faltaron los ladrones que fueron sorprendidos con alhajas, prendas, libros, máquinas de escribir y muebles.
Entre las 9:00 y las 10:00 de la mañana se pudo aplacar el fuego ante la furia implacablede las llamas que después de siete horas dejaron humeante el corazónde la ciudad.
Pedro Felipe Hoyos, investigador e historiador, considera que el primero de los tres grandes incendios que afectaron a Manizales, fue la cuota inicial para que la ciudad perdiera su hegemonía y capitanía regional, aunque fue el más pequeño.
"Este incendio, al parecer solo fue el preludio de lo que iba a herir de muerte a la ciudad que en el año1924 celebraría sus 75 años de fundación. En 1925 se perdieron durante el gran incendio 216 casas, entre ellas el edificio de la Gobernación y, al año siguiente, en 1926, se quemaría la catedral de madera", expresa Hoyos.
Añade: "Esta racha de desastres anunciados, porque el tipo de vivienda, especialmente sus materiales, se prestaban para esta clase de siniestros, poco le enseñó a la comunidad, la cual creyó que, con adquirir pólizas de seguros, protegería suficientemente sus negocios, ya que no se implementó el cuerpo de bomberos idóneo o se reglamentó la construcción para mitigar la amenaza de las llamas.
De los edificios desaparecidos, solo estaban asegurados el Almacén Alemán y toda la parte alta de las dos habitaciones donde estaba aquel, cuyos propietarios eran los hermanos Gómez, las casas de Antonio Gómez y Rafael Botero.
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