Este parque en Chipre lo inauguró en el 2019 la Alcaldía. Desde entonces, era otro atractivo en la avenida 12 de octubre. En marzo del 2020 estaba solo porque el coronavirus obligó a estar en casa. Así se veía desde una buseta. La ciudad sin niños fue parte del panorama. Vea hoy también una historia de un miércoles en la normalidad de Manizales, vista desde la ruta de otra buseta. 

Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA

Este parque en Chipre lo inauguró en el 2019 la Alcaldía. Desde entonces, era otro atractivo en la avenida 12 de octubre. En marzo del 2020 estaba solo porque el coronavirus obligó a estar en casa. Así se veía desde una buseta. La ciudad sin niños fue parte del panorama. Vea hoy también una historia de un miércoles en la normalidad de Manizales, vista desde la ruta de otra buseta. 

La soledad de Manizales

LA PATRIA | Manizales (nota publicada el 31 de marzo del 2020)

A esta buseta la llamaremos la 2952 o la de la soledad, soledad por dentro y por fuera. La estadística de la ruta en esta tarde de miércoles asombra, y si apuramos un poco, en las actuales circunstancias: Asusta. Pasajeros en Villa Pilar: 0. en Chipre: 1. En Bellas Artes: 0. En la carrera 20: 0. En tiempo normal, dice el conductor Fabio Nelson Escobar, ya debería ir casi el cupo completo de 32 sentados.

La travesía, de punta a punta por una Manizales irreconocible, sigue mientras el parabrisas lucha contra gotas que anuncian el aguacero. En la entrada a la Avenida Santander, al frente de la antigua escuela Juan XXIII: 1 pasajero. Entre el Instituto Universitario y el Bosque Popular: 0. En San Marcel: 1. En el paso por La Enea, Sena y vía a la zona industrial: 0. Total pasajeros en el recorrido a Maltería: 3.

Fabio Nelson Escobar, conductor de la buseta 2952, en el penúltimo recorrido de un miércoles del 2020 en la ruta Villapilar – Maltería.

 

Fabio Nelson lleva 13 años en el gremio para una hoja de vida que alimenta con su paso por otras empresas de transporte como Gran Caldas, taxis, turbos y ahora Socobuses.

Antes de poner en marcha el vehículo participa en un panel con dos colegas y un celador sobre el coronavirus, lógico, y la irresponsabilidad de quienes colmaron el martes las calles de Manizales, entre otros asuntos afines.

Los cuatro departen en el control de busetas del barrio Villa Pilar, donde calculan hay 140 busetas estacionadas. Esteban Ríos, vigilante, saca promedios. “Aquí en un día normal en horas, pico para rutas como la de La Enea y La Sultana, sale una buseta cada tres, cuatro o cinco minutos”. El miércoles era una cada hora. El montallantas Chita y las ventas de comida, kumis y jugos están cerrados.

El sonido del motor de la buseta, ante tanto silencio, se convierte en estruendo todo el viaje. Comienza el ascenso Villa Pilar-Chipre. Por el otro carril baja una buseta de Unitrans, con dos personas; una patrulla de la Policía; un furgón, tres taxis, y seis caminantes, entre ellos dos vigilantes.

 

La primera

La buseta llega al Monumento a los Colonizadores. “Aquí debería llevar seis pasajeros”, comenta nuestro personaje. Los andenes están casi vacíos. Nadie canta un gol en las canchas multifuncionales, nadie degusta un tinto en los nuevos negocios, nadie mira el paisaje del cañón del río Cauca. Ni un asomo de algarabia de niños en el parque de juegos.

De pronto, al frente del edificio de Piedra, en la avenida 12 de Octubre, ocurre lo que ya es un milagro: ¡Una pasajera!. La enfermera paga los $2.050 y escoge un puesto de atrás.

Su uniforme actual incluye guantes azules y tapaboca. Además, de la desinfección a primera hora de timón, silla y pasamanos. Pasa por Bellas Artes. Silencio, ni el sonido de trompeta de algún aprendiz. Calma en el Parque del Agua.

Ni amago de congestión en la carrera 22 en la conexión con el mismo Parque. La buseta pasa derecho y está a punto de entrar al reto mayor del transporte público de la ciudad, la carrera 20. “Con decir que en horas pico son 20 minutos para llegar al Parque Caldas. Los ciudadanos que van de afán sufren”, comenta Fabio Nelson. Ese tramo, esta vez, lo recorrió entre las 5:38 p.m. y las 5:41 p.m.

Es el final de una tarde, ya nublada, con cero transacciones en las compraventas; cero vendedores en la 19 gritando: “Todo a mil”. Ni mujeres ni hombres en las entradas de los negocios con su cortesía: “Qué buscaba la dama” o “bien pueda siga caballero”. Nadie en la calle: “Paraguas, paraguas, paraguas”. 

 

Una voz

La lluvia acompaña la buseta en su paso por el túnel de Fundadores, el cual conecta con la Santander. Ocurre, de nuevo, lo increíble: Otra pasajera. La señora se sienta en la quinta fila, por delante de la enfermera, y habla por celular.

La enfermera timbra para bajarse en la Secretaría de Deporte de Caldas. Se escucha nítido, sin murmullos que interrumpan: “Gracias, señor”. Y también: “Con gusto, señora”. Rumbo al Batallón Ayacucho, a las 5:47 p.m. ya es oficial el aguacero, con los sectores del Multicentro Estrella, la Universidad Católica y El Cable más solos que nunca.

Ahora no hay estudiantes, no hay trabajadores, la buseta está sola. No hay ancianos, no hay mensajeros, no hay niños, las calles son de soledad.

“Y es posible que sea peor en dos semanas, dicen en las noticias”, concluyeron los contertulios del control de Villa Pilar, antes de comenzar sus rutas.

El tramo entre el Batallón y San Marcel tuvo dos novedades. La señora se bajó. Otra vez, clarito: “Gracias, señor”. Y “con gusto, señora”. El otro suceso lo protagonizó, a las 5:58 p.m., Juan Esteban Arias, de 22 años, quien iba para su primer día de trabajo como empacador en una industria de lácteos y otros productos en la zona industrial.

Uno de los tres pasajeros de la ruta en el 2020.

 

Ilusiona

Un sol, de rojo intenso, como esperanzador rompe en el ocaso de la tarde-noche gris. Por el barrio La Enea, salvo una pizzería y uno que otro negocio, la tradicional calle comercial es un desierto. Desde la ventana de la 2952 es como ver cine mudo y en cámara lenta, pero a color.

El joven, quien llegó hace cinco años de Salamina, comenta sentado en una ventanilla del costado izquierdo, protegido con guantes y tapaboca: “Es una situación muy dura. Soy el único que salgo de casa, hago las compras. Allí quedan mi esposa y dos hijos, debo ser responsable con ellos. Amo a Manizales y su gente. Sé que saldremos de esta”.

Los 41 minutos, de un trayecto que suele durar una hora, terminan al frente del restaurante Las Delicias en Maltería. Son las 6:09 p.m. A lo lejos, las siluetas de seis reses pastan en un campo. Algunas industrias se distinguen por las luces prendidas. En 10 minutos Fabio Nelson Escobar comenzará su viaje de retorno a Chipre, el último de la jornada.

Ese miércoles la ciudad finaliza con cuatro personas contagiadas por la covid-19, uno de ellos recuperado del virus que tiene con los pelos de punta al mundo, y a un Manizales en alerta y corriendo. Y a la vez nostálgico sin su rutina, con los inconvenientes propios de una capital, pero al fin y al cabo encantadora como siempre de extremo a extremo.

 

Por la ruta de la normalidad en el 2025

Hace cinco años el aislamiento por la pandemia dejó por un tiempo las calles, dominadas por la soledad. Luego recobraron, poco a poco la rutina de ella Manizales de siempre.

 

LA PATRIA | Manizales (recorrido efectuado por LA PATRIA el miércoles 19 de marzo del 2025)

Conductor: Fernando Montero. Buseta: 2973. Ruta: Villa Pilar-Maltería. Hora de salida: 4:56. Es la tarde del miércoles 12 de marzo del 2025. Manizales luce radiante, sol con algo de lluvia, llena de actividad, de aglomeraciones, de energía calle por calle, negocio por negocio, vía por vía.

El recorrido de casi una hora en el vehículo de don Fernando, con 20 años de experiencia en el transporte público, contrasta con el mismo efectuado hace cinco años, casi a la misma hora, en época de confinamiento por la pandemia.

Un corto comparativo. 2020: tres pasajeros, 2025: cupo completo con 32 pasajeros. 2020: Duración del viaje: 41 minutos, 2025: una hora y dos minutos. 2020: Valor del pasaje: $2.050, 2025: $2.900. 2020: soledad, soledad y soledad. 2025: gente, gente y gente.

Sin tapaboca, sin guantes, los conductores del transporte público dan testimonio de una pandemia pasada. en la foto Fernando Monetero, en la ruta Villapilar-Maltería. 

 

Lejos de la pandemia por el coronavirus, de nuevo reina la rutina manizaleña. Así lo corrobora este itinerario con don Fernando al volante de una buseta de Socobuses. Solo en el ascenso de Chipre a Villa Pilar ya había igualado los tres pasajeros del total de hace cinco años.

 

Volver

El inicio de la ruta es el abrebocas de una ciudad en movimiento. Dependiendo de los intereses, unos entran y otros salen de la clínica Avidanti, del almacén Bata, de la Panadería La Cremosita, de dos susuertes, de las ventas de helados y de obleas...

“Esta hora es buena, mucha gente sale del trabajo y va para la casa. Cada tres o cuatro minutos despachan una buseta del control. Empiezan desde las desde las 5:00 a.m.”, dice el conductor

En ese punto de partida los talleres están en pleno ajetreo. Montan y desmontan rines y llantas, abren y cierran capós, sirven y toman cafés. “Vendo arepas con queso. Me pateó muy feo la pandemia, me dejó quebrado”, dice un señor al frente de su parrilla.

Una buseta sale tras de otra. La de nuestro protagonista ya va por el Parque del Agua, donde hay un amago de congestión vehicular. Allí se bajan dos pasajeros. Empieza el intercambio de cortesías, en cada parada: “Muchas gracias”, dice una mujer. “Con mucho gusto”, responde el hombre aferrado al timón.

El conductor, poco antes de entrar a la desafiante carrera 20, recuerda sucesos del aislamiento. “¿Qué si me dio covid? Sí, pero no fue tan fuerte, fue como una gripa con dolor, estuve aislado con mi esposa”.

Se asoman la iglesia de Los Agustinos, con las primeras escenas del Centro. Un almacén enseguida de otro. Telas, arreglo de motos, productos agropecuarios, gimnasios, cafeterías, en todos: Siga a la orden.

“Recuerdo que nos mandaron para la casa, nos llamaban dos o tres veces a la semana para hacer una o dos rutas diarias Eran muy pocos pasajeros, 20 máximo. Las cosas mejoraron cuando dieron permisos para que los empleados volvieran a las empresas, con restricciones”.

Un viaje en buseta con tres personas en una tarde de miércoles del 2020, a uno con cupo completo en un miércoles, pero de marzo del 2025.

 

Por la 20

En la crónica del 2020 quedó registrada la duración del paso por la carrera 20. En esa ocasión comenzó a las 5:38 p.m., en el sector de la compraventas, y concluyó a las 5:41 p.m. en la salida del Parque Caldas hacia el túnel de Fundadores. Solo tres minutos.

Esta vez sucedió distinto. Fernando, ad portas de la hora pico, pasó en nueve minutos. Tuvo al frente, solo para mencionar el paso por detrás de la Gobernación, una fila con una Unitrans, una Gran Caldas, cinco motos y varios peatones atravesados. Hace un lustro solo había sombras de esto.

Como si fuera una buseta de transporte femenino, cada vez más mujeres tomaron el vehículo. Solo un señor en unas cuadras. Sin preguntar le mostró un billete de $50 mil. El conductor, también sin palabras, le respondió con la devuelta.

En el paradero de la antigua escuela Juan XXIII, dos mujeres, cada una con un niño. La trayectoria del carro de servicio público en gran parte de la Santander fue por el carril izquierdo. El motivo: Cupo completo.

 

Rebusque

Otro pare y siga para el recuerdo. “A unos conductores nos dejó vinculados la empresa, otros prefirieron renunciar. En un tiempo me tocó trabajar en otras cosas. Con un amigo vendía y llevaba mercados desde la Galería. Después hice tamales y los llevaba a domicilio en moto”.

La buseta se acerca al sector de El Cable. La vida sigue o para, dependiendo del amarillo, verde o rojo. Un motociclista y un conductor de una turbo se enganchan en una discusión. ¿Quién invadió el carril?, cerca del Hospital Infantil. Difícil saberlo. Es triste, pero es pan de cada día.

Ocho minutos después la buseta de Fernando rauda desciende por el Batallón Ayacucho, por la avenida Alberto Mendoza con rumbo hacia San Marcel. Aquí un pronóstico preciso de alguien que conoce la dinámica de su trabajo. “De todos estos pasajeros, solo quedarán cuatro cuando pasemos por La Enea”. Dicho y hecho.

 

Trajín comercial

El relato de marzo del 2020 registró el cruce por La Enea: “Un sol, de rojo intenso, como esperanzador rompe en el ocaso de la tarde-noche gris. Por el barrio La Enea, salvo una pizzería y uno que otro negocio, la tradicional calle comercial es un desierto. Desde la ventana de la 2952 es como ver cine mudo y en cámara lenta, pero a color”.

En la narración de este 2025 se coincide con el atardecer de colores. De resto, hay pizzerías, ferreterías, carnicerías, Mercaldas, cajeros, cafeterías, automóviles a la lado y lado, buses que llegan y salen. Todo abierto. Desde la ventana de la 2973 es como ver cine a toda velocidad y multicolor en la avenida Cumanday.

Solo quedan los cuatro pasajeros, predestinados por Fernando, y una menos que se baja en la parte trasera del colegio San Pío X. El destino ahora es Maltería.

Se pasa por el eterno charco del ingreso al Sena, donde los aprendices presenciales actuales son testimonio de que el trabajo remoto y obligado en casa es cosa de una pandemia pasada.

Como sello de un día cualquiera no falta el accidente en una curva cualquiera. El reporte: Choque de dos motos, tres lesionados. Paso a un carril. Dos discuten por quién tuvo la culpa.

 

Recta final

Fernando hace dos pares más para personas que van para la zona industrial. Rememora episodios de la pandemia. Uno tiene que ver con el Osito, un colega. “El covid casi se lo lleva, estuvo intubado en cuidados intensivos. Por fortuna se salvó y ya está pensionado”.

De una silla de la buseta salta una voz. “Hasta Minas”. Eso significa que la buseta debe ir un poco más allá del final de la ruta en Maltería.

Fernando aprovecha para contar una noticia que le llegó después de la pandemia. “Hace unos meses me encontré con una amiga”. Ella le contó que Saúl, un popular mecánico del barrio El Bosque, murió por coronavirus en la pandemia. “Quedé impresionado, era un gran mecánico”.

La buseta 2973 toma el último recodo, después de una hora y dos minutos de viaje. Fernando Montero respira profundo. En pocos minutos reiniciará su marcha por la misma ruta, pero de regreso.

Es un pequeño respiro entre miles millones de miles de millones en el mundo, pero es para ratificar esta tarde-noche de miércoles que todo volvió a la normalidad.

 


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