Valentina Marín Salazar hace parte del Cuerpo Oficial de Bomberos de Manizales. 

Fotos | Luis Fernando Trejos | LA PATRIA

Valentina Marín Salazar hace parte del Cuerpo Oficial de Bomberos de Manizales. 

Valentina Marín Salazar tiene 26 años, desde pequeña la acompaña el don del servicio y la vida le dio la oportunidad de hacerlo como una bombero. Inicialmente empezó como voluntaria, después pasó a ambulancia en donde salvó varias vidas como enfermera.

Su labor como bombero la ejerce en la Estación del Sena, la cual define como de las más peligrosas, "porque en el tramo de la vía a Manizales-Bogotá ocurren muchos accidentes y normalmente son mortales. Es atender pacientes, extraerlos o funcionar con equipos hidráulicos para sacarlos porque quedan atrapados. Aquí también tenemos la zona industrial, donde se pueden presentar incidentes con materiales peligrosos o incendios de grandes magnitudes. Sin embargo, es la Estación de Fundadores la que más se mueve".

Asegura que como bomberos hacen de todo, desde el rescate animal hasta el control de un aceite de un carro, pero que la emergencia que más la ha marcado es un incendio en el barrio San Joaquín, porque fue el primero que registró víctimas mortales.

"Uno se pone a prueba todos los días cuando está en una ambulancia. Uno atiende a toda clase de personas, no importa si es un habitante de calle o es una persona que tenga mucho dinero, uno se pone a prueba siempre y queda con muchos recuerdos de muchas personas. Las situaciones que más me marcan son cuando hay adultos mayores o niños, porque son los más vulnerables".

 

Percepción familiar 

A la hora de ejercer su trabajo indica que no solo se exponen al peligro, sino a agresiones físicas y verbales.

"Hace un tiempo atendimos un incendio en el barrio Solidaridad en el que hubo tres casas comprometidas y la comunidad estaba tan desesperada que en vez de ayudarnos, lo primero que hizo fue agredirnos. Entonces es el estrés que llevamos para empezar labores y que otra persona llegue y te empuje, te tire cosas, te pegue, pero uno deja pasar eso, porque nuestra labor es atender con el mayor de los gustos, con profesionalismo y con técnica".

Samuel (11 años) y José Ángel (5 años) son sus hijos y aunque el menor aún no dimensiona el trabajo que realiza Valentina, el mayor sí es consciente y dice con orgullo "mi mamá es bombero". Agrega que el pensamiento de su hermana sobre su trabajo es que es increíble, pero a la vez una labor que da miedo. "Salimos a una emergencia y no sabemos si podemos regresar, porque es una profesión de alto riesgo".

Con sus padres hay miradas distintas. Según Valentina, su mamá la ve como una heroína, mientras que su papá cuando ingresó a su carrera bomberil nunca la apoyó. "El no estaba de acuerdo porque me decía que cómo iba a perder mi tiempo como voluntaria, pero una vez inicié a escalonar, él empezó a creer, a ver que era en serio, logré cosas, hice cursos, a ganar conmemoraciones, a volverme instructora y llegó el momento que dijo:, "Hija, estoy orgullosa de usted, y eso fue lo máximo".

 


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