Adiós al jurista Uriel Gómez Ceballos
(In memoriam)
Señor director:

Tuve la feliz oportunidad de conocerlo y compartir con él muchos momentos que fueron relevantes en su ejercicio profesional, el cual inició luego de obtener el título de abogado que le otorgó la Universidad Externado de Colombia, en un humilde juzgado promiscuo de un apartado pueblo en donde conoció las afugias que enfrentaban los servidores judiciales, lo que, desde entonces, lo sacudió y motivó a luchar en su defensa.
Su trasegar por los estrados judiciales prosiguió, por méritos propios, en juzgados municipales y de circuito hasta alcanzar un peldaño en el tribunal superior de Manizales, gracias a sus vastos conocimientos en materia penal y criminológica, inculcados por quienes fueron sus maestros en la escuela de jurisprudencia y por los grandes tratadistas italianos como Anselm von Feuerbach, conocido como el padre de la ciencia del Derecho Penal, de quien aprendió el principio garantista de legalidad de los delitos y las penas, que siempre aplicó en sus fallos. Pero también abrevó de otros connotados tratadistas como Francisco Carrara, Franz von Liszt o Becaria.
Formó parte de una prominente pléyade de magistrados de la Sala Penal, que le dieron lustre a la judicatura caldense: Guillermo Buriticá Restrepo, Humberto Arango Jiménez, Rafael Gaitán Pinzón, Diego Arango Escobar, Uriel Buitrago Alzate, Hugo Isaza Mejía, Jair Cardona Quintero y Amanda Cujiño Gallego, entre otros. 
Era un contestatario y agnóstico que no comulgaba con las desigualdades y la injusticia. Su voz siempre se levantó y resonó en todos los ámbitos sociales para defender al humilde trabajador, al obrero raso, al educador, al empleado desprotegido.
Estos afanes lo llevaron a apoyar las causas sindicales a través de movimientos de protesta y de exigencia de mejores condiciones laborales. Junto a otros luchadores y líderes de la época pudo cristalizar el propósito de crear una organización que aglutinara a los servidores de la justicia y así surgió Asonal Judicial de Caldas. Y fue uno de los artífices de la cooperativa de empleados Juriscoop. Amigo de líderes como Jaime Pardo Leal, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, y Bernardo Jaramillo Ossa, ambos precandidatos presidenciales asesinados, que lo tenían como una reserva para la reivindicación social de comunidades oprimidas.
Fiel a sus principios social demócratas que afianzó con sus desveladas lecturas de Carlos Marx, Henri de Saint Simón, creador del llamado socialismo utópico y Ferdinand Lassalle, fundador de la centro izquierda política. Humanista, de gran sensibilidad, quien detestaba la inequidad social, librepensador, que decía las cosas sin tapujos sobre el devenir histórico del país, cuestionando a los gobernantes de turno por sus desaciertos y equivocaciones e instándolos a trabajar por los más desprotegidos de la comunidad. Si lo pudiera definir con un solo vocablo, diría que fue un hombre íntegro.
Iván Darío Góez

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