Sobreviviente de Armero
Señor director:
Tenía entre Cambao y Armero una finca ganadera, a 15 minutos de Armero. Iba desde Bogotá los fines de semana. Me hospedaba en la finca o en el hotel Pindalito. Miércoles noviembre 13 de 1985, viajé para vender un ganado. Tarde fui al pueblo a tomar una cerveza. Llegaron unos amigos. Cuando me fui a ir, rogaron que todavía no. Inició el anochecer. Nos sorprendió ver en la calle caballos trotando y una bandada de aves que, chillando, volaban el cielo oscuro; gritos desde dentro del bar: “¡¿qué cantidad de cucarachas por aquí?!”. Se fue la luz. Personas corrían gritando. Algo grave ocurre. Los invité al carro. Solo vino uno, los otros corrieron hacia donde sus familias. El carro estaba estacionado en dirección a Mariquita. Si hubiera estado hacia Ibagué, no viviría, pues ahí entró la avalancha. Personas con niños subieron al carro que quedó pesado; esto permitió un mejor desplazamiento, pues había ceniza en el pavimento. Personas se aferraron a los costados y atrás del auto. Partí, alguien cayó del vehículo. Gente atravesada, pero no me detuve. Recorridos 800 metros, por el retrovisor vi una gran llama. Estalló una estación de gasolina. El lodo tras nosotros. Pasamos el puente río Sabandija y llegamos a Gualanday. Se bajaron; un señor dijo: “A esa colina no llega el agua. Estacioné y desconecté la batería; saqué el bolso del dinero de la venta del ganado. A las 3:00 a.m. un señor me encuelló con un instrumento afilado. “Deme el carro para rescatar a mi familia”. Le dije, mientras bajábamos: “Aguante que está muy oscuro”. Cerca del carro me liberé y le mostré un revolver. “Cálmese señor”. Se puso de rodillas, llorando. Regresé. Observé el río y alrededores: tejas, electrodomésticos, animales, muertos. Viajé hasta Bogotá. Cuatro días después volví. Alquilé un caballo. No había reses. Unas muertas con piel desgarrada, como si cortaran presas para comer. Rescaté el 40% del ganado dispersado por el entorno. Vi gente que no conocía. Armero se llenó de vándalos que robaron y mataron. Alquilé y luego vendí la finca.
En Armero fui seminarista, educador; me casé, nació mi segundo hijo, vivió mi familia política. Quien me reemplazó, padre Manolo Quiroga, falleció. Añoranzas.
Alirio de los Ríos Flórez
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