“El Día de la Mujer”
Señor director:

Este día tiene su historia: fue un 8 de marzo, cuando 129 empleadas de una fábrica textil, se tomaron la planta y se declararon en huelga. Estaba en furor, la lucha por el derecho al voto. Sucedió en Nueva York... El patrón cerró las puertas y el recinto, premeditadamente, fue incendiado... ¡Las mujeres murieron quemadas!... Un año más tarde las mujeres marcharon, exigían mejores condiciones de vida y trabajo, derecho al voto y prohibición del trabajo de los niños... Esta manifestación se conoce como de “Pan y Rosas”... En 1910, se reunió en Copenhague, la segunda conferencia internacional de mujeres socialistas, en la que por iniciativa de Clara Zelkin, se estableció esta fecha en memoria de las 129 mártires. Historia dolorosa, que corrobora la grandeza de la fecha... No es una celebración vacua, no es una efeméride simplemente galante, romántica, de flores mustias, de luz mortecina, y de motel como colofón, para saciar los acosos y abusos de jefes compulsivos y proclives a la lascivia desenfrenada...
Esta fecha es el canto dolorido a la angustia de la mujer mancillada por siglos, por un machismo desbocado, irremediablemente, perverso y abyecto. Tampoco, es la exaltación de la mujer rota, mutilada por los apetitos de un consumismo que la cosifica, vendida y comprada por la lujuria plástica de la silicona y las redondeces ganadas a punta de bisturí, postizos, injertos y rellenos denigrantes. Y, mucho menos se refiere a la mujer que cual Mesalina, se desposó sin amor, para buscar, tan solo, asegurarse un futuro, ni a aquellas que como Celestina, les sirven de proxenetas y cómplices para que desahoguen sus desvaríos e infidelidades casquivanas, en las orgías de ejercicios horizontales...
Quieren estas palabras simples, ser el eco y la resonancia de la mujer que se viste de verdad, con la autenticidad de su belleza recién bañada tejida al hombro del hombre que ama, nutrida en la flor del hijo que repite la historia del amor y del dolor, de la mujer que sufre y calla, de la que grita por sus derechos y se expande por el norte de sus hijos y sus días, en pos de ella misma, y de sus sueños, utopías y nostalgias...
¡Gracias, Mujer del tiempo y de la vida, por acercarte a nuestra batalla, gracias por tu existencia!...
Jorge Clemente Jiménez Fernández

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