Carta desde Palestina al presidente, Gustavo Petro
Señor director:
No sé si esta información se llegue a publicar, pero me gustaría que Colombia y el señor presidente, Gustavo Petro, la leyera. Es el clamor de un pueblo que soñó con un aeropuerto, es el anhelo de una comunidad que quiso un mejor futuro para sus habitantes, pero dicho sueño se ha convertido en la peor pesadilla. Nos han dejado sin pueblo, la plática para dicho proyecto voló antes que los aviones. Y lo peor de todo, nadie profundiza en el problema. No existen demandas a gran escala. Palestina está condenado al olvido. La población ha disminuido notablemente, no hay dónde vivir, los precios del predial son propios de los barrios más lujosos de Colombia, los terrenos son carísimos y si queremos construir o hacer una pequeña ampliación tenemos que pedir un permiso de altura a la Aeronáutica Civil de Colombia, no podemos hacer ya ni una habitación sin contar con la aprobación de la Aeronáutica o el famoso estudio de altura.
Altura para que los aviones fantasma no choquen con los edificios inexistentes. Claro que el pueblo quiere un aeropuerto. Pero esto es un sueño que no veremos muchos… Yo llevo 40 años escuchando lo mismo.
Éramos más felices antes de este sueño o pesadilla, y los habitantes tenían de qué vivir cuando contábamos con el café. Ahora ya hasta tienden a desaparecer los cafetales. Duele y mucho… Por favor, que alguien escuche al pueblo sin intereses políticos. Yo amo mi pueblo y no quiero que desaparezca.
Señor presidente, yo voté por usted desde España y confío en usted. Haga algo. Que no emigremos más hijos de Palestina, que no tengamos que marchar a otro lado. Y que no desaparezca el dinero de ese elefante blanco que parece el más grande del mundo. Que podamos reparar nuestras viviendas sin sacar los estudios de altura de la Aeronáutica. El pueblo es pobre y ya ha sido condenado hace mucho al saqueó. No tenemos para estudios si por no haber no hay ni un avión de papel.
Gloria Stella Teneche López
La doble moral
Señor director:
La doble moral de quienes son candidatos a cargos públicos, pues en campaña recorren las calles con una sonrisa a flor de piel fingida, abrazando a todo el que se encuentran en el camino, haciendo promesas, y cuando son elegidos el cambio es total como el camaleón. Es el caso del alcalde de Manizales, Jorge Eduardo Rojas Giraldo, a quien denominan el “emperadorcito” por la manera implacable como viene actuando con los vendedores ambulantes, de manera cruel e infame a través de la Policía; acorralándolos sin la mínima piedad y misericordia. Se le olvida al burgomaestre su origen humilde, de igual modo las personas dedicadas a esta labor trabajan honradamente, prestándole un servicio a la comunidad en aras también de llevar el pan para su familia. Ya son demasiados los abusos que se vienen dando, lo cual es reprochable a toda costa, sumados los atropellos de los agentes.
Álvaro Alzate Ussma