¡Qué insensatez!
Señor director:

Un presidente, cuando es ungido con este dignísimo cargo, es gobernante sin distingos para todos los habitantes de su país. Deberá hacerlo orientado e iluminado por los mandatos constitucionales y no por sectarismos, ni beneficios pensando en sus electores. Así lo entendemos quienes sin dejar de ser políticos con identidades ideológicas personales, no ponemos la política en primera fila respetando sí, lo que desde niños escuchamos como democracia.
Se habla de democracia como algo cotidiano, pero no es con discursos oportunistas llenos de adjetivos ofensivos y retadores, propiciando la lucha de clases, como se mejoran las condiciones de quienes aspiran a vivir mejor. “Somos hijos de la violencia” y proclives por tradición y mal ejemplo a ejercer con cierta facilidad la agresividad y los odios como consecuencia de tantas injusticias y desigualdades, realidad que es aprovechada por ciertos personajes maquiavélicos para pescar en río revuelto con sofismas politiqueros, aprovechando las sentidas necesidades de quienes han sido desde siempre la comidilla política de muchos avivatos. La verborrea por sí sola no es suficiente, ni garantiza que todo va a cambiar de la noche a la mañana.
Olvidan o se hacen los olvidados unos y otros, colombianos todos, que la regla de oro es dialogar, pero mirando para el mismo lado. No es con señalamientos, ni con insultos, ni, con sarcasmos, es acercando las distancias sin buscar ventajas, sin trampas, todos untados de nacionalismo humanitario y racional sin pretensiones de cabalgar unos sobre los otros sin maniqueísmos, con filantropía en un escenario en el cual todos los actores se pongan de acuerdo para conducir el barco donde haya oportunidad para todos.
Elceario de J. Arias Aristizábal


Ríos de sangre
Señor director:

Un poco tenebroso el titular, pero encaja perfectamente cuando se trata de hablar del pabellón de carnes de la Plaza de Mercado de Manizales. Y es que el tema viene al caso al ver que quienes se atrevan a visitar el lugar, porque quieren comprar un kilo de carne, deben navegar en medio de caudales de agua sangre que inundan los pisos del recinto. Eso es poco, si castigamos fuertemente el olfato con los olores que se desprenden de cada uno de los expendios. Por esto es que le recomiendan a los consumidores y clientes de la Galería que si piensan ir a ese lugar se pongan botas pantaneras y tapabocas. Este problema se puede solucionar si hay voluntad de la administración y de los locatarios de asear con frecuencia el establecimiento y hacerlo presentable a la comunidad.
Bernardo Molina Marulanda

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