Al maestro de maestros

Hondo dolor ha causado en la sociedad médica manizaleña y caldense la partida del doctor Antonio Duque Quintero. Un ser humano excepcional, con todos los méritos para llamarlo maestro, en todo el sentido de la palabra. Tuve la gran fortuna de ser su alumno en mi formación en pregrado y posgrado en la Universidad de Caldas y posteriormente, con gran orgullo, colega como docente en la misma institución. El doctor Antonio o “Toñito”, como lo llamaban sus más cercanos, era de esas personas que irradiaban bondad, sinceridad, humildad, confianza y sabiduría. Pionero de la cirugía pediátrica en Colombia y gestor del programa de Cirugía Pediátrica de la Universidad de Caldas, que ha formado durante muchos años eximios profesionales, que hoy en día dan lustre y nombre a nuestra universidad, en numerosas regiones del país y del exterior.
Por sus manos prodigiosas pasaron miles de pacientes, niños, niñas y adolescentes que, afectados por múltiples males, congénitos o adquiridos, por dolorosas enfermedades, traumas, quemaduras o lesiones producto de la violencia despiadada de nuestro país, podían acariciar una esperanza de salud, bienestar y vida y que hoy agradecen también su grandiosa labor. Pero más allá de su habilidad quirúrgica, de su capacidad técnica para resolver situaciones difíciles, lo que realmente lo destacó y lo hizo grande fue su corazón, su amor por los niños, su dedicación al cuidado, antes, durante y después de cualquier procedimiento, no solo con el paciente en sí mismo, sino con su familia o allegados, que siempre encontraron en sus palabras y su don de gentes, consuelo y esperanza en momentos amargos.
El solo hecho de compartir con él en una sala de cirugía o en una ronda hospitalaria en el Hospital Infantil de la Cruz Roja, era enseñanza pura, transmitía sabiduría y pasión por su trabajo y eso sólo se encuentra en pocas personas. Su “ojo clínico”, perfeccionado con los años y la experiencia, era realmente sorprendente. En el aula de clase fue exigente, pero respetuoso y justo, seguro de que lo que enseñara, pudiera ser aplicado por sus discípulos en los diferentes escenarios donde tuviéramos que desempeñarnos. Preocupado siempre por la calidad en el ejercicio de la Medicina y por la excelente formación médica, también fue crítico de los sistemas de salud y educación del país y se movía en esferas políticas, sin ufanarse de nada, más allá de lo que su conocimiento y vivencias reales le pudieran orientar.
Sin duda se pierde un gran hombre, pero deja un legado inmenso que perdurará por muchas generaciones. A sus hijos, Juan Pablo, Julia Clemencia, Carlos Mario y Luis Miguel; a sus nietos y demás familiares; un saludo fraterno de la academia, que siempre llevó con gran orgullo y dedicación y de lo cual podemos dar fe y que tengan la tranquilidad que estará gozando de la paz eterna, al lado del Creador. A sus colegas cirujanos, nuestra solidaridad, seguros de que en su corazón lo llevarán por siempre y los seguirá guiando en cada una de sus actuaciones, en beneficio de los seres más preciados, los niños, niñas y adolescentes de la sociedad a la cual nos debemos.

Carlos Alberto Villegas Isaza, médico pediatra, decano de la Facultad de Ciencias para la Salud de la Universidad de Caldas.

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