La dignidad que no se legaliza: ¿Es el aborto el verdadero “derecho reproductivo”?
La semana pasada, una amiga que trabaja en urgencias pediátricas me contó una historia que no podemos ignorar. Una bebé de siete meses de gestación llegó de un centro que practica abortos “legales” (amparados por la sentencia C-055), lista para recibir la inyección letal. Por segundos, la vida triunfó: la bebé nació en la camilla antes de que pudieran asesinarla. Rápidamente fue trasladada a una unidad de cuidados neonatales. Durante los siguientes dos meses el personal de UCIN la cuidó y la apadrinó. Le dieron todo el amor y atención que necesitó, y cuando estaba lista para irse fue entregada a Bienestar Familiar, donde encontró una familia, que hoy es inmensamente feliz.
Esta niña, salvada por un soplo de tiempo, es la prueba viva de que el ser humano lucha por nacer.
Mientras nuestros medios de comunicación celebran a quienes promueven los llamados “Derechos Sexuales y Reproductivos”, como si el aborto fuera un método de planificación normal, la realidad en los hospitales es brutal. Los médicos no estudian seis años para convertirse en verdugos. ¿Qué mensaje da una sociedad que obliga a un profesional, cuyo juramento Hipocrático es proteger la vida, a volverse un “matarife” de niños?
La ciencia es clara: el ser humano es persona desde la concepción. El código genético único de ese bebé, a las siete semanas o a los siete meses, establece una identidad que le da valor. El valor de una vida no puede ser subjetivo, basado en si la madre lo quiere o no. Las leyes pueden normalizar el aborto, pero nunca podrán legalizar que se le arrebate el derecho fundamental a vivir al ser más indefenso.
Nos hablan de “aborto seguro” y de apoyo psicológico opcional, pero no mencionan el costo real: la perforación de un útero, o el terrible daño psicológico y la ideación suicida que deja el trauma postaborto. La verdadera caridad y el verdadero derecho no están en ofrecer una solución homicida, sino en rodear de apoyo y ofrecer la adopción.
La vida está en juego. Dejemos de aceptar que la crueldad es un derecho y volvamos a defender la grandeza que hay en cada niño concebido.
Clara Inés Llano Uribe

El “Magnificat” Bachiano
No ha sido igualado ni podrá serlo en esta vida temporal por ningún compositor; lograr eso aquí abajo es imposible, puesto que a Juan Sebastián le llegó la inspiración divina, semejante a la que recibieron los profetas y los evangelistas para escribir la Sagrada Biblia.
En el cielo los bienaventurados no alcanzan tan alta perfección y belleza como las que caracterizan el arte del maestro Bach cuando cantan el Magnificat; los ángeles sí llegan a igualar, mas no a sobrepasar, la música de Johann Sebastian. Únicamente la Virgen supera al Kantor de Leipzig en la celestial puesta en escena de esta alabanza que glorifica al Dios Uno y Trino.
Jaime Pinzón M., pbro.

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