¿Bala para Petro y para Quintero?
Señor director:
Una pregunta no es solo una pregunta cuando promueve la violencia.
Laura Gallego, actual señorita Antioquia, renunció a su cargo y ya no representará al departamento en la próxima versión del Concurso Nacional de la Belleza, luego de que un video que compartió en redes sociales generara controversia.
La frase “¿bala para Petro o para Quintero?”, formulada por Laura Gallego, figura pública y candidata en un reinado, no solo refleja falta de criterio, sino que normaliza el odio y la violencia política en un país marcado por años de conflicto.
Como referente de miles de jóvenes, sus palabras importan. En lugar de fomentar el respeto y el pensamiento crítico, arrastra a su audiencia hacia la polarización y el desprecio por el otro.
Pero más allá de ella, esto nos interpela a todos. Es responsabilidad de todos: familias, educadores, líderes y medios formar jóvenes con criterio claro, conocimiento profundo de la persona humana y sentido de su dignidad.
Produce tristeza ver cómo muchos caen en la burla, la agresividad o la indiferencia, simplemente porque no han sido formados en lo esencial.
Colombia no necesita más balas ni discursos vacíos. Necesita conciencia, respeto, diálogo y humanidad.
Beatriz Gómez de Jaramillo
Rebeldía taurina
Señor director:
El colombiano del común, entre amigos, familiares y conocidos se pregunta: ¿qué nos puede pasar si nos declaramos en rebeldía o no acatamiento del fallo de la Corte, que prohibió en el país las corridas de toros, las corralejas, las tientas, el coleo y las riñas de gallos...? ¿Nos mandarán a la cárcel a más de la mitad de la población que toda la vida ha disfrutado de estos regocijos populares? Todo esto lo veo imposible, pero sí creo que unos pocos personajes que están en el Congreso o la Corte no tienen por qué regular nuestros hábitos y acabar de un plumazo con tradiciones que llevamos en el alma y en el corazón, porque por eso somos criollos y latinos. No obedecer podría ser la respuesta popular a las absurdas medidas que se toman en los cómodos despachos bogotanos.
Bernardo Molina Marulanda