¿Y de perfiles qué?
Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. No es fácil ser presidente de un país como Colombia, una sociedad tan disímil, multiétnica y pluralista. Una sociedad tan inequitativa en la cual se han ensañado políticos oportunistas, negociantes equivocados y de mala fe ofertando sus dotes de salvadores tratando de pescar en río revuelto. Muchos de ellos sin formación política, asistidos, eso sí, de la sagacidad y sabiduría que les acompañan como alter ego de sus dotes innatas de timadores profesionales.
Es cierto que a la luz del análisis empírico del desempeño de los jefes de estado, el pueblo tampoco entiende quién y por qué algún presidente ha sido el mejor. Todos han cometido errores y aciertos con indicadores y evaluación que requieren academia para opinar. Es así como se califica a quien ejerce autoridad y maneja toda la dinámica política y económica del Estado no con instrumentos confiables, sino con lo que el pueblo opina espontáneamente en todos los sitios donde se encuentre.
Cómo duele que los llamados partidos o más preciso, grupos políticos, sean agencias políticas en beneficio propio y para su grupo. Todo, para aterrizar en la figura central: el señor presidente de la República, figura de la unidad nacional, con vocación de gobernar aplicando la Constitución sin sectarismos, sin señalamientos, ni maquiavelismos, sin que los que lo apoyen sean buenos colombianos y quienes no, sean los malos. No, para él, todos seamos colombianos.
Un jefe de Estado que sea una persona de buenas maneras, que sea un modelo para imitar, un practicante de la urbanidad, es decir la antítesis de nuestro presidente actual. El jefe de Estado debe ser una persona no sólo versado, respetuoso, además de reposado, mesurado, con habilidades para gobernar y desde luego todo aquello que lo identifique como racional, con sindéresis, que deje de politiquear y se dedique a gobernar, sin extremos, que tenga como bandera el país, por “encima de los partidos”.
Elceario de J. Arias Aristizábal
Arboleda, solo para perros
En Chipre existe hace muchos años un lugar encantador porque es un parque en el que abundan frondosos árboles y por ende se podría respirar el aire más puro de la ciudad. Pero he aquí lo que no es bueno y valdría la pena corregir: en estos días se le invirtió una gruesa suma de dinero del Municipio a un sendero o andén y la instalación de dos mesas de concreto con pizarrones para jugar parqués y ajedrez. Claro que todo lo anterior está muy bien, sino fuera porque el sitio solo es utilizado por los dueños de muchas mascotas para llevarlos a hacer sus necesidades y como consecuencia dejar todo vuelto una inmundicia. En este lugar casi no se ven niños ni familias, pues además, hay allí una caseta de vigilancia en cuyo alrededor solo se ve basura y objetos de reciclaje. La solución a estos dos temas serían: primero controlar la arboleda haciéndole un cerramiento, y segundo, demoler ese vetusto rancho y dejar, aunque no es necesaria, una vigilancia diaria o semanal, pero peatonal. Con estas soluciones está totalmente de acuerdo todo el vecindario.
Bernardo Molina Marulanda