Fecode, Fomag y la oportunidad de
oro para los falsos salvadores
Señor director:
La Ley 91 de 1989, artículo 15, no deja espacio para la confusión: el Fomag está obligado a reconocer y pagar las prestaciones del magisterio. Punto. No es un favor, no es una concesión, no es una negociación. Es un derecho. Entonces, ¿por qué seguimos viendo a miles de docentes de todo el país preguntándose si tienen derecho a lo que la ley ya les garantiza desde hace más de 30 años?
La respuesta es incómoda, pero necesaria: porque Fecode ha fallado rotundamente en la difusión del acuerdo firmado con el Fomag, un acuerdo que reconoce justamente la prestación que tantos maestros han venido reclamando.
Y aquí la pregunta que nadie en la dirigencia quiere responder: ¿Por qué un acuerdo que debería haber sido celebrado con bombos y platillos permanece escondido, casi vedado para la base docente?
El magisterio no necesita secretos, necesita claridad. No necesita rumores, necesita información oficial. Pero mientras Fecode se aferra al silencio -o a comunicados ambiguos que dicen todo y nada- el costo lo pagan los maestros: desinformación, incertidumbre y vulnerabilidad.
Y allí, en ese terreno fértil sembrado por la falta de transparencia, florecen los abogados oportunistas, esos que, sin vergüenza alguna, cobran honorarios por trámites que jamás hicieron o por procesos que ni siquiera requieren intervención jurídica. Profesionales que ven en el desconocimiento del docente una chequera abierta. Mercenarios legales que venden humo y facturan como si hubieran movido montañas.
Lo más indignante es que este negocio no sería posible si Fecode cumpliera con lo mínimo: informar.
Porque cuando el sindicato calla, otros hablan. Y no para orientar, sino para aprovecharse. El resultado es un ecosistema perverso: Un acuerdo real que nadie explica. Una prestación reconocida que muchos desconocen. Y una fila de “asesores” listos para cobrar por lo que nunca hicieron.
El magisterio colombiano merece más que esto. Merece transparencia, pedagogía jurídica y liderazgo responsable. No silencios estratégicos. No acuerdos escondidos. No ser presa fácil de quienes han hecho del engaño un modelo de negocio.
Es hora de exigir que Fecode rinda cuentas, publique el acuerdo completo, explique sus alcances y asuma su papel como garante de la información que el docente necesita. Y es hora también de que las autoridades pongan la lupa sobre quienes están lucrándose de derechos ya reconocidos, usando el miedo y la desinformación como instrumentos de cobro. Porque al final, lo que está en juego no es solo una prestación. Es la dignidad del maestro. Y esa, señores, no tiene precio. Ni excusa.
Jorge Edisson Hincapié L., docente inconforme
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