Hablábamos del virrey Don Juan de Ezpeleta que ayudó a José Celestino Mutis a trasladar la sede de la Expedición Botánica de Mariquita a Bogotá. Recordemos que el buen sacerdote gaditano vivía muy preocupado, pues decía que los mariquiteños eran muy dados a quemar pólvora en las fiestas y el sabio tenía miedo de que de pronto le quemaran la casa cuyo techo era de paja y perdiera así la colección de plantas y animales. Agradecidos José Celestino y sus científicos bautizaron la planta emblemática de los páramos, el frailejón, con el nombre de Espeletia y Espeletiopsis. El nombre del virrey se escribe con “z” y el nombre de la planta con “s”. Llegué, pues, a visitar el palacio de los Ezpeleta en Pamplona. El edificio se había convertido en un colegio femenino. Pregunté a la directora por qué se llamaba palacio de Ezpeleta y me dijo que no sabía. Entré en rabia interior, interior porque no se la manifesté. Señora, le dije, este palacio perteneció a una familia noble muy importante de esta ciudad, ¿cómo es posible que usted no lo sepa? Se molestó bastante. En mi último viaje a Pamplona fui de nuevo y ahora en el palacio funciona una institución cultural.
Volvamos a los sanfermines. Paralelas a los encierros hay otras celebraciones. Por ejemplo el desfile de los gigantes, que se ha popularizado en muchas fiestas de España. Se trata de unas figuras de cartón y madera que representan a las cuatro razas y miden cada una de tres a cuatro metros. Los reyes representan a las cuatro razas del mundo. Los reyes blancos recuerdan a Europa, los negros a África, los cobrizos a América y los amarillos a Asia. Las figuras son paseadas en desfiles callejeros y son la delicia de los niños.
Me gusta ir al barrio Chantrea de Pamplona durante las fiestas porque allí cantan jotas navarras que a mí me parecen muy bellas y me emocionan y más el ver a la multitud cantándolas. Tengo un recuerdo hermoso de los sanfermines, como de todas las fiestas de España. Los participantes de las fiestas acogen a los extranjeros y los invitan a sus peñas y a beber vino. Los sanfermines, como todo en la vida, también se acaban. El 15 de julio a media noche con un vela encendida en la mano la multitud que llena la plaza del Ayuntamiento canta y algunos lloran. Cantan el “pobre de mí” que así dice: “Pobre de mí que se han acabao (sic) las fiestas de San Fermín”.
Sin salirnos del norte de España cómo no reseñar y sobre todo cómo no asistir a los espectáculos que recrean los deportes vascos. Los vascos son pueblos de recia personalidad. Se dice que en la historia nunca fueron vencidos, que si acaso las batallas con ellos quedaban en tablas. Como estoy dando razones, mil y una para visitar a España, insisto en que nosotros los paisas que tenemos fuerte ascendencia y apellidos vascos, deberíamos visitar y gozar esta región española. La lengua de los vascos es enigmática, no tiene parecido con ninguna de las lenguas que la rodean, hasta el punto de que graciosamente se dice que era el habla de Adán y Eva. El idioma se llama el eúzcara. A propósito, muchos recordamos en Manizales al gran médico, gran ecologista y sobre todo gran hombre que fue Félix Henao Toro. Pues bien, este médico de inmensa cultura hablaba el idioma de los vascos. Yo lo recuerdo con inmenso cariño pues de él aprendí muchas cosas sobre medio ambiente.
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