Para algunos de nosotros esta ha sido una de las épocas más estresantes que hemos pasado en la vida, pues la incertidumbre y el sentir que no tenemos control sobre nuestras circunstancias, además de estar enfrentados a un “enemigo” invisible que nos impide ver a algunos miembros de la familia y a nuestros amigos, dejar las actividades que hacíamos por trabajo o por diversión y el hecho de ver todas nuestras libertades restringidas es algo que pega muy fuerte, quizás en un país como la China, con un régimen autoritario, no sea tan evidente el cambio, pero acá nos preciábamos de ser libres, ya no. Nos encarceló un virus, el gobierno es apenas el guardia que nos vigila.
Ante este cambio de vida nos queda preguntarnos cuál es el camino, si no podemos controlar nada de lo que nos rodea, tal vez nos quede una opción; apelar a la libertad interna y al control de nuestra mente. Esto quizás suene muy difícil, pero la neurociencia nos dice que es posible y nuevamente la herramienta sugerida para lograr ese cambio es la meditación. Al lector que le guste toda la base científica del por qué la meditación es la herramienta idónea para hacerlo, puede buscar la serie “Rewired”, del neurocientífico Joe Dispenza, en ella se logra entender cómo funciona el cerebro y por qué estamos condicionados a vivir en el pasado o en el futuro, víctimas de nuestra programación inconsciente, que representa el 95 % de los pensamientos que rumiamos día a día. Según el investigador el 70% de las personas viven en “modo supervivencia”, es decir que actúan según lo determinan las respuestas más básicas de huir, atacar o esconderse, con todas las sustancias que liberan estos mecanismos cuando se activan. El científico afirma que ningún organismo puede vivir en modo de emergencia por un tiempo prolongado sin enfermarse, otra de las cosas que resalta en su documental es que los químicos del estrés son adictivos y se pueden activar con solo pensar en el problema. Imagínense un país y un planeta constantemente bombardeado por cifras y noticias de enfermos y muertos, crisis económica y encierro, que coctel más propicio para todo tipo de enfermedades físicas y psicológicas. Meditar nos permite dejar de enfocarnos en todo aquello que nos mantiene enganchados a esa realidad que nos agobia, ignorar de manera voluntaria nuestros sentidos y desconectar la mente analítica, que todo el tiempo nos bombardea con los peores escenarios que pueden ocurrir; ralentizar nuestras ondas cerebrales de una manera natural, irlas llevando de beta, el estado de alerta, a alfa, que es un estado de relajación profunda, luego a theta, que el neurocientífico describe como estar conscientes en el subconsciente; un estado en el que se potencian la creatividad y la intuición y lograr lo que Dispenza llama la coherencia, que permite que el cuerpo recupere el equilibrio perdido por la acción del estrés. Este es el panorama a nivel científico, desde un enfoque espiritual la meditación es un camino hacia el conocimiento de sí mismo y también una vía que nos puede conducir de regreso a Dios, si tenemos la fortuna de encontrar un verdadero maestro que nos guíe en este recorrido.
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