Esta semana tuvimos dos episodios de malestar con la crítica. Por una parte, el alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín, tildó de “huérfanos de poder” a quienes en algún momento hemos cuestionado a su gobierno.
Por otra parte, el Batallón Ayacucho de Manizales citó a una declaración juramentada a la columnista Adriana Villegas Botero. Esto después de que ella publicó una crítica en este periódico sobre los cantos misóginos que se usan en el entrenamiento militar.
Ambos episodios muestran que estamos todavía en un punto en que los gobernantes no asumen actitudes democráticas que admitan el desacuerdo y el debate. En su lugar, demuestran un malestar con la crítica que siempre encuentra alguna excusa para silenciar o debilitar al que critica.
Devolvámonos hasta el año 2013 en Ecuador. Despúes de que logró la aprobación de una nueva ley de comunicación, el Gobierno de Rafael Correa se dedicó a cerrar y a multar los medios que lo criticaban. De un lado, usaba la excusa de que las críticas que le hacían eran discriminatorias, porque atentaban contra su filiación política y la de su partido. De otro lado, decía que incitaban a la violencia, porque se valían del odio nacional al atacar la figura presidencial como símbolo de la unión ecuatoriana. La excusa de la discriminación y de la incitación al odio nacional para silenciar.
El malestar con la crítica del alcalde Carlos Mario Marín está empezando a usar excusas como las de Correa. Muestra las críticas a su Gobierno como si fueran una discriminación contra él y su filiación política, supuestamente por atentar contra su condición de alcalde y de haberle quitado el poder a otros, “los huérfanos”.
Parece desear un debate regulado por normas de despolitización. En el que solo se pueda hablar de su Gobierno si se muestra un certificado de “no orfandad de poder”, una prueba de que uno no es de los partidos contrarios, o que uno no lo está criticando por él pensar lo que piensa o por él hacer parte del Gobierno que gobierna. Así, la única forma que queda para no ir a discriminar al alcalde con una crítica sería no hablar sobre él.
Además, al no hacer distinción entre las críticas del partido de oposición y las del resto, hace creer que todas las críticas son lo mismo. Todas lo discriminan por su condición desventajosa de haber ganado las elecciones.
El malestar con la crítica del Batallón Ayacucho está usando excusas como las de Correa. A ratos tiende a hacer pasar las críticas de la columnista Adriana Villegas como una incitación al odio nacional, sobre todo por el símbolo patriótico que creen que representa la figura del Ejército Nacional.
Parecen soñar con que las fuerzas militares sean un tema vedado para el debate público. O bien por su importancia para el Estado, o por las guerras que han ganado, o por los sacrificios que hacen sus miembros, o por la necesidad de no debilitar la moral de la tropa. Hacen creer que quien rompa ese silencio sobre lo militar está cometiendo un ataque, un acto de agresión, de violencia. No contra funcionarios, no contra la institución, sino contra la patria misma.
Con este acto de citar a la periodista para obligarla a decir lo que ya está dicho en su columna, sin compañía de la Fundación para la Libertad de Prensa, ante funcionarios que son juez y parte en las investigaciones por misoginia, el batallón parece cumplir su deseo de que lo militar no se toque ni con críticas. Además deja bien claro el mensaje de disuasión para la próxima que esté pensando en criticar.
Este malestar con la crítica es parte de lo que el profesor Silvio Waisbord ha llamado como “voz populista”. Es típico de quienes dentro del Estado se creen por fuera de los intereses dominantes, como el alcalde que se asume por fuera de la política de siempre, o como los militares que dicen todavía combatir la subversión civil imperante. Tambien es típico de quienes dentro del Estado se creen parte de una agenda redentora y de salvación, como la política verde del alcalde o la visión heroica del Ejército.
Quienes usan su lugar en el Estado para decirnos desde arriba cómo deberíamos criticarlos, suelen estar rondando los terrenos de los autoritarios y de las dictaduras. Poco importa cuáles sean los colores o las ideologías.
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