En sus cruentas luchas por la independencia, el libertador Simón Bolívar pretendió siempre consolidar grandes zonas geográficas, provincias, confederaciones y países, tal fue el caso de la Gran Colombia (1819-1831). Fue un erudito. Entre 1853 y 1880 Colombia adoptó el régimen federalista, estados a partir de provincias, cuya soberanía ratificó la constitución de 1863 otorgando al gobierno de la unión intervenir únicamente en asuntos de orden público interno. La Constitución de 1886 abolió el federalismo, creó un Estado unitario, centralista, administrador de lo social y económico, con religión oficial (católica), dividió el poder en tres ramas, creó los departamentos, etc.
Pero el trasegar de 134 años nos deja hoy un sistema centralista caduco, atrasado, contaminado, politiquero, que dogmatiza “unidad”, con permanente crisis institucional, interminables vicios en las tres ramas del poder, imparable déficit fiscal, etc. Este rancio centralismo fatigó el país social y económico, limitando el crecimiento de la periferia en las últimas décadas. Para el año 2000, un destacado exsenador de la región defendió la idea del federalismo y elaboró en asocio un proyecto de acto legislativo tendiente a convertir a Colombia en República Federal, y en cuya exposición de motivos insistieron que: “en el país se ha ido conformando un centro macro-cefálico, de crecimiento desbordado y muy difícilmente gobernable, mientras la periferia es cada vez más raquítica y atrasada” (Revista Semana).
El federalismo es una doctrina política que conforma un país en Estados, un Estado de Estados; en otras palabras, un sistema político donde el gobierno (distrito federal) reparte funciones entre un grupo de Estados federados, quienes a su vez delegan algunas competencias puntuales a aquel distrito federal (ej. seguridad interna, política monetaria). Evidente observar que avanzadas socio-economías o países poseen regímenes federalistas, tal es el caso de Austria, Alemania, Bélgica, India, Rusia, Brasil, Estados Unidos; siendo este último el caso más exitoso. Y no es aventurado afirmar que los imparables vicios de nuestro centralismo podrían diluirse regresando al federalismo, reclamando un nuevo orden político-administrativo-fiscal-judicial, reagrupando los 32 departamentos en 7 grandes Estados, fortalecidos, vale decir, sumando esfuerzos humanos (educación y conocimiento), recursos físicos, naturales, de capital, infraestructura, otros. “La unión hace la fuerza”.
De otra parte, en 1888 el colonizador Marcelino Palacio promovió la creación del Gran Caldas, concretándose solo para 1905, y que integró una mayor frontera agraria (13.873 Kms2), bajo un auge vertiginoso del café, nuevos proyectos energéticos, variada industria, nuevas vías y sistemas de transporte (ej. cable aéreo más extenso del mundo), pujante comercio interno y externo. Fue tan marcado el desarrollo económico y demográfico, que el Gran Caldas mantuvo por décadas un importante liderazgo dentro del concierto económico y social país. Pero los quindianos conformaron en 1954 una junta autonomista a fin de segregarse, en tanto que los risaraldenses hicieron lo propio en 1965 logrando así la fractura del Gran Caldas en 1966; división que afectó sin duda al eje cafetero, máxime el fin del pacto internacional de cuotas cafeteras acaecido en 1989. Esa rotura regional nos arrebató aquel liderazgo de otrora.
Interesante considerar un nuevo Gran Caldas integrado por Chocó, Risaralda, Quindío y Caldas, pero bajo un esquema federal, política renovada, probidad, reformas, eficiente y ágiles formas de resolver los problemas, adecuada planeación del desarrollo. Por supuesto que habría que superar previamente y sin vanidades, pero cerebralmente, el debate de cuál sería la ciudad capital y concertar con grandeza algunos egos políticos para remar o apuntar todos al norte.
En suma, los procesos de independencia y colonia (1819-1880) procuraron grandes zonas geográficas en pro de mayores posibilidades de progreso. El centralismo está caduco y lesiona el crecimiento socio-económico de la periferia. El Gran Caldas brilló por décadas, pero su fractura resultó infausta para el eje cafetero. Deseable un nuevo Gran Caldas Federal con asomo al mar pacífico, en aras de un desarrollo más ágil y sostenible frente a un mundo económico menos estable.
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