Si bien es cierto que parece que la humanidad ha venido dando vueltas sobre su eje, convirtiéndose en un verdadero yoyo que ni avanza ni deja que las cosas tengan su propia fortaleza, es como si la humanidad tomara parte de su naturaleza y se acomodara a la misma rutina de inercia a la cual se le ha venido adhiriendo la humanidad viviente, formando la masa informe que sigue creando el libre universo.
Pero todo indica que las cosas no se están quedando con el solo movimiento que señala el poder del Hacedor de todas las cosas, sino que el desarrollo vital ha venido adquiriendo su propia sinergia, colocando al ser humano como el descendiente directo del gran poderoso.
Estos breves postulados no tienen otro significado que hacer ver que el ser humano sí puede llegar a tener un gran poder, por encima de demás seres vivientes, aunque desafortunadamente sin ser capaz de mantener el orden ni la disciplina, elementos vitales para la supervivencia humana.
Solo basta dar una mirada a lo que nos rodea para certificar cómo el mundo en que vivimos es un verdadero rompecabezas, en el cual gentes desorientados en las calles, y una inmensa variedad de seres humanos abandonados en su miseria aparecen como fantasmas demostrando que orden del universo es muy difícil de controlar.
Vivir en un mundo con estas características no es nada fácil, además cuando somos los primeros en permitir el desorden, tenemos que resignarnos a que, por más esfuerzos que hagamos, somos los primeros en destrozar lo que podría ser una hermosa naturaleza, que se va convirtiendo en un caos cuyo fin no podremos detener.
Qué bueno fuera que pudiéramos controlarnos voluntariamente y frenar nuestro propio desastre, pero, al contrario, mientras más seres se esfuerzan tratando de hacer más placentero nuestro pedazo de tierra, otra gran cantidad se empeña en seguir destruyéndola.
Qué tristeza tener que informarse al amanecer de los cientos de muertos, especialmente niños, a manos de miserables asesinos, y lo peor es que nuestro país encabeza esta triste estadística.
¿Cuándo lograremos salvarnos de semejante tormento? ¡A gritos necesitamos un mundo nuevo!
P.D.: Solo hay dos clases de personas realmente fascinantes: Las que lo saben absolutamente todo, y las que no saben absolutamente nada.
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