Estuve hace poco en un foro sobre el Centro Histórico convocado por la Vicerrectoría de la Universidad Nacional. El objeto de este encuentro era conocer la visión de los candidatos a la Alcaldía sobre la recuperación y conservación del conjunto republicano más importante de Colombia.
Cuando uno conoce el valor de su heredad, lo más seguro es que asuma la responsabilidad de administrarla para garantizar la estabilidad futura y, más aún si se trata de un patrimonio cultural que pertenece a un país, que como el nuestro, anda a la búsqueda de consolidar su identidad, para sentarse a la mesa de la historia con la seguridad de quien se conoce a sí mismo.
No hubo en el discurso, salvo tímidas o retóricas excepciones, un argumento que dejara entrever el conocimiento de los candidatos acerca del valor urbano-arquitectónico que identifica al centro de la ciudad, y por supuesto del potencial económico que encierran esos edificios eclécticos, diseñados por arquitectos que vinieron de Europa para satisfacer los deseos de una burguesía dispuesta a departir de tú a tú, aunque fuera de lejos, con el viejo mundo. Tampoco un “apunte” fino y oportuno, un lapsus linguae, o un sueño que permitiera desvelar en su inconsciente la fantasía necesaria para rescatar de la herrumbre un ego colectivo representado en el centro, aporreado por la prostitución y la ignorancia. Tampoco las estrategias que nos permitan salvaguardar este trozo urbano compuesto por más de 160 inmuebles que representan uno de los momentos más fértiles de nuestra vida nacional.
Cuando un lugar de la ciudad es “abandonado” por las instituciones que le otorgan su significado, centro administrativo y financiero, o por el grupo de familias que lo han vivido, empieza progresivamente el deterioro y, el que otrora fuera el lugar por excelencia de la identidad urbana, pasa a ser ocupado por la delincuencia y la prostitución, entendida esta en toda la dimensión de la palabra.
La profesora de la escuela de arquitectura responsable del PEMP, Plan de manejo y protección del Centro Histórico, Pilar Sánchez, preguntó acerca de programas de vivienda en el centro, el interrogante desestabilizó a los candidatos, ninguno entendió cómo en un centro que se pretende proteger, lleno de edificaciones con balaustradas y capiteles corintios, se hablara de vivienda, sonaba un poco prosaico.
Recuperar un espacio urbano que ha sufrido el desalojo por distintas razones, como es el caso nuestro, requiere básicamente de pactos interinstitucionales para que las entidades del Estado que han decidido “fugarse” a centros comerciales o a otros lugares como la Registraduría, la DIAN, el Instituto de Cultura y Turismo..., regresen y contribuyan con su presencia a la recuperación institucional de ese espacio urbano, incluso pudieran adquirir edificaciones de valor histórico que una vez restauradas de manera profesional, sirvan de ejemplo. Se requiere también y con urgencia de programas de vivienda tanto a su interior como en la periferia del centro, un anillo de protección que se alzaría en su defensa, permitiendo de paso densificar una ciudad donde sus bordes urbanos y zonas de expansión son altamente onerosos de adecuar. Es necesaria además, una agresiva política fiscal que supere la simple exoneración del impuesto predial, para convertirse en recíproca y justa retribución para que aquellos poseedores de edificios con valor patrimonial sean compensados por su contribución a la sociedad.
La seguridad se alcanza habitando las calles. La vivienda atraería comercios complementarios a la vida familiar que están lejos de la tendencia, inducida por la administración municipal, de ubicar justamente en el centro los establecimientos de suerte y azar, con toda su secuela de deterioro, fetichismo y dolor.
Los funcionarios y los empleados de los bancos, los curas, los feligreses, las amas de casa con sus mercados y sus niños, los comerciantes y los turistas, las procesiones religiosas, los desfiles, serían con su presencia los encargados de recuperar las calles y las plazas, los parques y los centros de cultura.
Conscientes de lo anterior, la Universidad Nacional ha recibido el encargo de la Administración Municipal de elaborar un diagnóstico del centro y de diseñar las estrategias y programas para su recuperación; enhorabuena todos los candidatos, además de conocer la problemática del centro, coincidieron en la urgencia de seguir los lineamientos y directrices señalados en los resultados de estas pesquisas y en las consecuentes propuestas derivadas de este trabajo.
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