En esta recta final de las elecciones presidenciales hay dos situaciones incontrovertibles: que Iván Duque terminará punteando los resultados; y que nos iremos a segunda vuelta. Y en ese orden de ideas quiero hacer algunas reflexiones que me han conducido a definir mi voto en primera vuelta por Germán Vargas Lleras.
Lo primero es el peligro que afrontamos de caer en manos de la tendencia izquierdista que tiene asolados a varios países de América Latina. En Colombia, hay que decirlo, una gran mayoría estamos sintiendo pánico por el aparente crecimiento de la favorabilidad hacia Gustavo Petro. Y él, en medio de su angustia por la posibilidad de que no sea así, convoca a su masa de la “Colombia Humana” para que se movilice el día de elecciones, a las 4 de la tarde, y reaccione ante lo que se anticipa a llamar un fraude electoral. ¿Cuántos niños de escuelas y colegios encabezarán estas movilizaciones, como mampara para detener los controles de la fuerza pública? Es decir: Petro tiene que llegar a segunda vuelta, so pena de que sus seguidores incendien el país. Y la única manera de que para él no haya fraude electoral, es con su triunfo. ¡Vaya forma de hacer política y de respetar la democracia! ¡Nada más parecido a Venezuela!
¿Y qué pasaría si Petro llegara a segunda vuelta, se enfrentara a Iván Duque, y perdiera? ¿Explota Colombia? Los colombianos no podemos seguir cediendo a las amenazas de personajes que están acostumbrados a hacer, mandar, imponer y dominar por fuera de la institucionalidad, o a desconocerla cuando los resultados no les son favorables. Un mes más de campaña electoral donde Petro esté actuando, es un mes más de zozobra, incertidumbre, amenazas, caos institucional y amargura económica y social.
¿Y cómo derrotar a Petro, y que la democracia salga victoriosa? ¡Votando por Vargas Lleras! Porque es un candidato que ha demostrado en su vida pública la verticalidad para enfrentar un país amenazado y asediado por el terrorismo; porque tiene el carácter suficiente para encarar a las Farc (o sus supuestas disidencias), al Eln, y a los demás actores terroristas que han ganado tanto terreno; porque tiene su estructura política formada en democracia y ha permanecido siempre dentro de la institucionalidad; porque a pesar de su aspereza social y su agresividad en el trato, la Colombia buena sabe a qué atenerse y, por consiguiente, la Colombia mala también; porque en un país que sufre el asedio de las fuerzas oscuras, se tienen que elegir gobernantes con la voluntad, la capacidad, la verraquera y la reciedumbre para enfrentarlas y derrotarlas.
¿Y qué pasa con Fajardo? Pues todo lo contrario: Fajardo es un buen hombre, pero no creo que sea un buen gobernante para un país con tan serias dificultades. Colombia no resiste tibiezas en su gobierno; no resiste dubitaciones en el enfrentamiento a sus enemigos; no resiste medias tintas en momentos tan ominosos. Repito. Fajardo es un buen hombre, pero no es un hombre bueno para gobernar la Colombia de hoy. ¡Y ni qué decir de su impulsiva fórmula vicepresidencial!
¿Y De la Calle...? ¡Pobre De la Calle haber quedado en medio de la encerrona que le jugó su propio partido!
Así pues que creo firmemente en que la forma de salvar a Colombia y entrar a una segunda vuelta electoral con tranquilidad es fortaleciendo a Vargas Lleras y ayudando a que sea él el contendor de Duque. Así no tendremos el karma de unas elecciones presidenciales donde haya que escoger entre la institucionalidad, el respeto, los valores democráticos, la decencia y las propuestas serias y realizables de Iván Duque, y las amenazas, el desbarajuste institucional, las vías de hecho y la imposición de la fuerza de Gustavo Petro. Si queremos entonces anticiparnos a una paz económica, política, social y relajar la segunda vuelta para elecciones presidenciales, la única forma es fortaleciendo a Vargas Lleras, y sacando del camino de una vez, por las vías democráticas, a Gustavo Petro y sus actitudes incendiarias.
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