Volvió Obmar, largamente esperado, su figura cambió ligeramente, sus maneras comienzan a ser torpes pero conserva su lucidez mental. Encuentra cada vez más encantadora, la soledad porque le otorga el mejor espacio para reflexionar, todavía lo excita el presente y el futuro, sin que por ello se convierta en un aurúspice, modo de actuar que despierta interés en muchos y condiciona en no pocos la felicidad.
Le pasan los días y la posibilidad cercana de morir va siendo más real. Una certeza próxima e indefinible en el tiempo que nunca ha dejado de estar presente, pero las distancias subjetivas distorsionan las probabilidades.
Ha hecho escala en Madrid, enterándose inmediatamente de la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba, el hombre al cual España le ha rendido honores con motivo de considerarlo una persona laboriosa y honesta al servicio del Estado.
Podría llenarse un extenso espacio recordando la vida del hombre que desempeñó varios cargos estatales a nombre del Partido Social Obrero Español, PSOE, en diferentes épocas y gobiernos. Leal sin atenuantes ni veleidades. Fue profesor universitario de química en la querida Universidad Complutense de Madrid. Como debería ser, y así lo hizo, formó integralmente a sus estudiantes sin que su filiación política interfiriera con la libertad de cátedra, a la que se deben profesores y estudiantado.
Obmar leyó, escuchó y vio un sinnúmero de homenajes realizados unos en la lejanía y otros enfrente de su ataúd. Desde distintas vertientes políticas ha provenido el recuento enaltecedor a su vida. Sin embargo lo impactó la posición asumida por el que fuera su importante y férreo contradictor político del Partido Popular, Mariano Rajoy quien dijo: A nosotros lo que nos falta es un Rubalcaba. Luego ha expresado: Su última e importante aportación a la democracia española fue su contribución al feliz resultado del proceso de abdicación del rey Juan Carlos y la proclamación de don Felipe. Aquellas semanas, casi las últimas de su trayectoria política, pudimos disfrutar del mejor Rubalcaba, inteligente, discreto y prudente, sabedor de la enorme importancia del asunto que estaba en juego y comprometido con su éxito. Era un rival temible, brillante y afilado como un bisturí, pero sincero a la hora de negociar.
Continuó el expresidente del gobierno español: Con su marcha la vida pública española perdió quilates de brillantez; Alfredo Pérez Rubalcaba respondía a un modelo de político ahora en desuso: ni vivía obsesionado por la imagen, ni se perdía por un regate cortoplacista. Sabía mirar más allá del próximo cuarto de hora y contaba con un discurso sólido que merecía ser escuchado porque destacaba por encima de consignas publicitarias y eslóganes ramplones; un discurso que se basaba en la racionalidad y en los argumentos, no en la búsqueda de un enemigo artificial contra el que legitimarse. Tal vez por ello fue un adversario admirable, que nos obligó a dar lo mejor de nosotros en cada momento.
El extinto, fue un político de combate, leal dentro de los cánones que regulan el entorno político español. Se le recuerda además por la obtención de la paz con ETA, españolizado: país vasco y libertad, dejando esta la lucha armada.
Alfredo Pérez Rubalcaba se preocupó por las víctimas y la verdad de los hechos que enlutaron a España. Fue un demócrata sin concesiones. Basta con observar las sesiones del Congreso español cuando se enfrentaba al gobierno del Partido Popular. Intervenía, y ambos bandos lo hacían, con la deferencia debida a sus contradictores políticos pero con una inmensa fortaleza dialéctica que lo llevaba hasta pedir la renuncia del opositor, sin la menor expresión disonante, sin la evidencia de gestos groseros, sin descomponerse en su figura. Siempre con la reciedumbre que le concedían sus ideas, la convicción de sus verdades y su trayectoria, con ello demostraba el espíritu universitario que lo acompañó siempre.
Comparar personas es muy distinto a equiparar cosas. Debe decirse que igualar seres humanos es un proceso difícil porque se está en las puertas de la injusticia por los sesgos de la naturaleza humana. Pero el ejemplo de Alfredo Pérez Rubalcaba es digno de seguir en cualquier parte.
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