Hay una pregunta constante entre los empresarios sobre lo que pueden hacer las organizaciones por aumentar el bienestar humano, no solo pensando en sus clientes o en la sociedad en términos generales, sino cómo pueden contribuir a la felicidad de sus empleados. Esta reflexión va mucho más allá del dinero, el confort, la seguridad o las recompensas materiales que pueda dar una empresa; se trata de cuánto las personas logran desarrollar sus talentos, qué tan estimulante es su trabajo, qué tanta esperanza les brinda su empleo, qué tanto el ser humano encuentra en su labor la autorrealización.
En este momento de reapertura de las empresas y de los circuitos económicos, la pregunta sobre cómo estimular y apoyar a los empleados para el regreso se hace muy importante. Llevamos seis meses de construir relaciones inéditas con lo laboral a través del teletrabajo, algunos perdieron sus empleos, otros tuvieron que realizar su actividad bajo condiciones atípicas, tejiendo confianza sobre lo que hacen aún sin la supervisión habitual, poniendo sus propios recursos para mantener a flote las organizaciones. Ahora que todo está cambiando lentamente, no sabemos muy bien cómo regresar, no sabemos qué conservar de nuestra forma anterior de laborar, no sabemos cómo aprovechar lo que aprendimos para recomenzar.
Algunos después de todo este tiempo empiezan a disfrutar lo que en un principio les angustió; muchas horas encerrados atendiendo a la familia y el trabajo, todo en un mismo espacio y tiempo. Ahora, parece que es necesario regresar, pero la pregunta es cómo regresar, cómo es, o debe ser el empleo un día después de la noche trágica que nos ha tocado vivir como humanidad durante los últimos meses.
El pasado 20 de septiembre el papa Francisco en el ángelus, habló de dos actitudes básicas que le competen a la iglesia que somos todos en los tiempos que corren. La primera actitud que nos propone es salir; salir de nosotros mismos hacia el otro, dar el primer paso, abrir el corazón, la confianza y la libertad para el regreso y, la segunda, recompensar, más allá de la justicia, significa ánimo generoso hacia el otro que regresa. Recompensar, reconocer, dar la bienvenida, proponer nuevos retos, disminuir la preocupación y la ansiedad en el otro, provocada por la situación de poco control y de pérdida inminente que nos ha dejado la pandemia. Esta tranquilidad puede disponer al otro, invitarlo a regresar.
Para dar ese paso como empresa hacia nuestros colaboradores podemos empezar por entender por qué las personas trabajan, porque, aunque las personas tenemos vocación para el trabajo, no pocos de los trabajos están desarticulados de los intereses de la gente. Es importante, ahora que todo cambió, si podemos repensar el sentido del trabajo y cómo puede ser rediseñado pensando en las personas y en su bienestar. Las empresas aprendieron en estos meses a confiar, a construir relaciones laborales desde la libertad. Esto no fue buscado en el pasado, pero podría ser consciente en el presente. La tentación, seguramente, será volver a lo conocido, pero el desafío es redescubrir las nuevas relaciones laborales que empezaron a tejerse con la experiencia vivida, esto requiere de toda la generosidad, visión, inteligencia y apertura de la que podemos ser capaces.
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