El escritor y periodista Alberto Velásquez Martínez es el autor de un pequeño libro de menos de cincuenta páginas, titulado “Prólogo y Epílogo del 9 de Abril”, que contiene variada información que no ha sido de público dominio alrededor de la vida, pasión y muerte del caudillo Jorge Eliécer Gaitán.
Al historiador paisa le bastaron 125 palabras para relatar el matrimonio, en una sacristía parroquial, del líder bogotano que proclamaba en las plazas públicas: “Yo no soy un hombre, soy un pueblo”.
El doctor Velásquez -exembajador en Chile- tiene la palabra:
“Gaitán había casado en Medellín con dama antioqueña. En una venida del presidente Alfonso López Pumarejo a esta ciudad lo acompañó Gaitán, quien en ese momento era alcalde de Bogotá. Se hospedó -dice el cronista de la época, Ricardo Olano- en casa de su íntimo amigo Tulio Medina. Y con don Tulio fue a visitar al cura de la iglesia de La Candelaria para que lo desposara con su novia, la dama antioqueña Amparo Jaramillo, mujer de grandes atributos morales y de gran distinción. Como Gaitán confesó no ser católico, fue necesario obtener una dispensa del arzobispo de Medellín, quien después de un forcejeo se la concedió. Y así, en la sacristía de La Candelaria, se efectuó el matrimonio de Jorge Eliécer Gaitán y Amparo Jaramillo, de cuya unión nació Gloria, fogosa oradora en su juventud, hoy alejada de todo activismo político”.
Nota bene: Los dos historiadores paisas nos quedaron debiendo los nombres de los padrinos y las fotos, si las hubo, de la boda celebrada en la intimidad de la sacristía de la iglesia más famosa del centro medellinense.
He aquí otros segmentos gaitanistas del politólogo Velásquez Martínez:
- “Laureano Gómez le hizo a Gaitán un gran juego en los comienzos de sus aspiraciones presidenciales en el año 45 para así estimular con su nombre la división liberal, entre éste y Gabriel Turbay, el preferido de los entonces grandes jefes liberales.
- Gaitán se había constituido después de la derrota presidencial del 46 en el fenómeno político. Se había brincado las barreras tradicionales de los dos partidos. Su voz electrizaba. Se enfrentó al viejo establecimiento liberal, comandado por Eduardo Santos, dueño y director de El Tiempo, y lo derrotó.
- La violencia, con el tono agresivo que se utilizaba en la controversia política, se fue regando como un sarampión por toda la piel del país. El presidente Mariano Ospina Pérez, muy solo, hacía esfuerzos por que no se quebrantara el espíritu de la Unión Nacional. Pero no encontraba gran eco en los jefes de las colectividades históricas.
- En Manizales, la culta ciudad de Caldas, se cometieron desafueros, que dejaron un alto número de víctimas. Sobre esos cadáveres monta Gaitán en Bogotá la célebre “Manifestación del silencio”. Su capacidad de manejo de multitudes no tenía par en caudillo alguno. Los días de Gaitán parecían contados… Y así fue”.
La apostilla: “Si Juan Roa Sierra no se atraviesa ese 9 de abril del 48 con su revólver “hechizo”, la llegada de Gaitán a la jefatura del Estado no se habría demorado mucho” (Alberto Velásquez Martínez).
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