Carlos Enrique Ruiz, CER, y señora, Livia González, viven en un eterno 14 de febrero, día de San Valentín.
Todos los días se mandan flores, en forma de versos de este corte: Estando los dos estamos todos; te quiero tanto, amor, que cuando estamos juntos, te recuerdo.
El uno es el primero y el último amor del otro. Estornudan al tiempo, se enferman y se alivian al unísono.
Solamente permanecen juntos tres veces en el día: siempre, siempre, siempre. Sostienen sus amigos. Ambos son correctores de sus propias vidas. Desde un principio convirtieron el matrimonio, su amor, en otra de las bellas artes.
En Manizales, donde ejercen su idilio de nunca acabar, desfilaban por la Avenida Santander. La pandemia los mandó pal monte. Sostienen sus amigas.
En las montañas se dedican a la cacería de crepúsculos. Arrebol que se le pasa al marido, “su dulce enemiga”, como diría Don Quijote, se lo canta. No en vano fue profesora de canto y de piano en la Universidad de Manizales. Además, canta que da gusto. Sostienen sus escuchas.
Retratados, los arreboles, poemas de viento, nube y colores, van a parar a la revista virtual Aleph y a Facebook.
“Un crepúsculo suele ser la exaltación de la nostalgia, con serenidad reflexiva y espíritu en sosiego”, dice reciente pie de foto redactado por el ensayista, exdirector de la Biblioteca Nacional, exviceministro de educación, exrector de la Universidad Nacional de Manizales, etcétera.
La revista, pura literatura y pensamiento, es quizá la más vieja en su género en Locombia: 55 años cumple este año impar que ojalá no sea copia al carbón del 2020. La publicación está capando estatua.
Primero se editaba en papel. Su pasta tenía el color de la nostalgia. Al dueto CER-Livia le tocó hacer el tránsito del papel al ciberespacio. La pueden bajar en www.revistaaleph.com.co donde el columnista de La Patria se declara inventor de crepúsculos e imaginero de caminos.
Ni siquiera su condición de ingeniero de vías, le arruinó al poeta que lleva por dentro. Por alguna rara alquimia la ingeniería le mejoró su prosa y su poesía.
Como los dos, ante todo, son profesores, siguen sin parpadear a Antanas Mockus. Lo avalan políticamente desde mucho antes de que el exalcalde exhibiera en público los jardines colgantes de su babilonia sexual. Ambos son la encarnación manizaleña de Antanas. Sostengo yo.
Aleph, que incluía partituras de grandes compositores y autógrafos exclusivos de los autores, tal vez arrancó con la temprana lectura que hizo CER del libro de Cervantes, en una edición proletaria de TOR. Quedó matao de por vida.
No hay que ser Sherlock Holmes para descubrir que el nombre de Aleph salió de una costilla de del cuento de Borges. Otras influencias que han padecido son las de Sócrates, Confucio, Montaigne, Einstein… Con tales amistades cualquier romance es eterno.
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