Los pronósticos del futuro me aterran. Esas visiones apocalípticas de un mundo asolado y controlado por máquinas - como en las películas y series de Terminator, Matrix y Black Mirror - y de humanos idiotizados y robotizados - como en las novelas de Orwell, Huxley o Philip K. Dick - me acongojan porque, como especie, no hemos sido capaces de cuidarnos. Olvidamos alimentar el pensamiento, el sentido crítico y el cuidado de nuestro entorno, por el cuidado de la imagen y mensajes superfluos promovidos por algoritmos.
En 2009, y por invitación de la embajada de los Estados Unidos, tuve la oportunidad de asistir a una serie de conferencias en San Francisco donde visionarios de la tecnología y empresarios de Silicon Valley hablaron del futuro de las telecomunicaciones y el periodismo. Allí escuché a Jack Dorsey hablar de Twitter, en ese entonces una incipiente plataforma de intercambio de mensajes de texto, pero que 14 años después cuenta con 300 millones de usuarios en el mundo, ha sido usada para quitar y poner gobiernos, y actualmente está en medio de una discusión sobre la libertad de expresión y de información (o desinformación) liderada por su actual dueño: el multimillonario Elon Musk.
En esas conferencias también leí el primer texto informativo redactado por una inteligencia artificial (IA). Un reporte sucinto de un temblor, comunicado por un computador conectado a un sismógrafo y reportado a una agencia de noticias que se encargó de replicar la información. En ese momento pensé en lo útil que sería esa herramienta para tener datos al instante sin la necesidad de tener a un periodista llamando todos los días al Observatorio Vulcanológico y sismológico de Manizales. Hoy temo por lo que esas IA puedan hacer, contar y divulgar gracias a la masificación de las redes sociales y ausencia de control de lo que allí se divulga.
El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince escribió su primera columna de este año para el periódico El Espectador con la ayuda de ChatGPT, una IA de libre acceso (https://bit.ly/3QEuqXn). Allí remata diciendo que esto le preocupa porque este periódico “muy pronto” lo reemplazará por ese programa de escritura gratuito. Pero no debería preocuparle la eficiencia a la hora de redactar, sino el contenido.
La misma IA construyó un perfil mío en el que dice: “Alejandro Samper es un periodista y escritor colombiano. Es conocido por su trabajo en medios de comunicación de Colombia, incluyendo el periódico El Tiempo y la revista Semana, en los cuales ha cubierto temas de política, economía y negocios. También ha trabajado en televisión y radio en Colombia y ha sido profesor universitario.
Samper ha escrito varios libros, incluyendo Los Dueños del Poder, una investigación de la élite económica colombiana, y El Gran Fraude, una investigación periodística sobre la corrupción en Colombia. Además de su carrera periodística, Samper ha sido director de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y ha sido miembro del Consejo Asesor de la Fundación Gabriel García Márquez.
Es considerado un periodista referencia en Colombia por sus investigaciones y análisis sobre la situación política, económica y social de Colombia, sus escritos son considerados críticos y analíticos sobre los temas abordados. Es reconocido por su ética y compromiso con la verdad y la transparencia en la información periodística”. El 90% de lo que ahí hay es mentira; nada de La Patria o Q’Hubo, medios para los que sí he trabajado. Ya quisiera haber hecho todo eso, sobre todo dirigir una fundación como la del Nuevo Periodismo Iberoamericano. O ser autor de libros o ser reconocido por mi ética y transparencia. Es una vida de ensueño la que esa IA se inventó y ahora, al hacerla pública, está al alcance de cualquiera. Un universo que no he vivido y que al compararlo con mi realidad, mi vida me parece mediocre y pueril.
Entonces tenemos esas IA reescribiendo historias y como poco control tenemos sobre estas tecnologías, ¿quién nos asegura que estas nuevas narrativas serán rectificadas? A quién creerle, ¿al humano con prejuicios y limitaciones o al algoritmo capaz de filtrar, categorizar y organizar millones datos de todo el planeta? Algunos verán en esto la oportunidad de reinventarse en vanidad artificial, pues darán mucho likes en redes sociales. Otros verán la oportunidad de recrear el mundo y negar sus problemas, divulgando esa pseudociencia que pulula en la internet. Y estarán aquellos Trump o Bolsonaro que quieran reinventar la historia y, a través de sus bodegas, ayuden a fortalecer discursos falaces. Estamos a merced de que una IA nos reescriba como humanidad. Que mientras nos regodeamos en falsa soberbia creada por sistemas al servicio de megamillonarios egocentristas, el mundo se desmorona.
Es Skynet mezclado con soma; el Gran Hermano y las máquinas que se alimentan de humanos durmientes. Es el espejo negro. Es la pesadilla de esos autores visionarios de la ciencia ficción y esas películas apocalípticas de mi infancia. Me da un escalofrío por la espalda, pero ya no sé si es miedo o la caricia de mi iPhone.