La prohibición de las corridas de toros ha causado una preocupación, quizás colectiva, por el futuro de la Feria de Manizales y, de carambola, por la cultura, que volvió a ser tema de conversación. Una de las primeras en airearlo fue la periodista Adriana Villegas Botero, en su columna de junio 23 sobre “los dos problemas de la cultura” local, que, considera, son la falta de presupuesto oficial y “la desarticulación de los gestores culturales”, casi todos incapaces de gestionar contratos para dar a conocer sus iniciativas, obras, procesos, en fin. No aludió a temas taurinos ni feriales.
Cuatro días después, Santiago Dussán López también planteó en este diario que el veto a los espectáculos taurinos dejará a la ciudad en crisis cultural. Sin proponérselo, dio la razón a quienes consideramos que la Feria local es las corridas y el resto. Parece temer que al faltar éstas, se transforme en la Bacanal de la Licorera de Caldas. (Sueño con ver al auténtico Aguardiente Amarillo llevarse en los cachos al bebedizo antioqueño).
Dussán afirma que en la ciudad hay unos “120 eventos culturales al mes, […], el 80% gratuitos y el 1% apoyados por la Administración”. De casi ninguno se entera el gran público, lo cual, sumado a la desprotección estatal, conecta con los planteamientos de Adriana. Por tanto, no son eventuales sustitutos del arte de Cúchares. En ello coinciden personas de reconocimiento colectivo, de quienes escuché que el futuro de la fiesta sólo estará seguro si se orienta hacia la cultura. Al preguntarles qué mostrarían de la ciudad o cuáles espectáculos traerían, ninguno supo dar respuesta. Tienen la inquietud, mas no la claridad.
Por allá en 2021 el columnista Francisco Javier González afirmó que “el Tango, los Toros y el Teatro” (con mayúsculas) han sido “los que más le han merecido reconocimiento nacional e internacional” a Manizales “en materia cultural”. A pesar de lo cual, son iniciativas privadas excluidas de las políticas culturales del Estado. Sin embargo, ninguna de esas actividades representa lo auténticamente manizaleño, puesto que tanto en el tango como en los toros ha prevalecido el purismo original: se busca imitar a la perfección lo argentino y lo español, e implícitamente se considera espurio cualquier asomo de estilos propios. Y en cuanto al teatro, los protagonistas locales tienen gran interés en estar informados de las corrientes dramatúrgicas imperantes y en crear nuevas obras, lo cual es loable, pero les aterroriza mirar hacia adentro para saber qué son, o hacia atrás para confirmar de dónde vienen.
Está Manizales en una gran encrucijada, porque de tanto negar su esencia mestiza, ocultándola bajo un antifaz andaluz, ya no se sabe qué es propio, qué es importado, adaptado o impuesto. Y, a la vez, tiene un inmenso desafío, que va más allá de reinventar la Feria: volver a tener claridad acerca de la verdadera esencia manizaleña y caldense. Cuando esto se logre, traigan lo que quieran, que lo propio será la gran atracción.