Al lado de las instalaciones de Tambora se encuentran dos series de habitaciones para los viajeros que repiten la ruta de Humboldt como nosotros. Unas son carpas. Otras son de madera.
Ambas instalaciones tienen las comodidades mínimas para los viajeros que hacen aventura y abandonan su zona de confort de las ciudades: baterías sanitarias, tomas de electricidad, duchas, comedor…
Frente a las instalaciones hay una gran playa de arena fina que se forma cuando baja el Orinoco. Así la gozamos ahora. Algunos compañeros bajaban por la noche a contemplar el río, la inmensidad, las estrellas.
Otra noche Tola, el famoso comediante que viajaba con nosotros, organizó una interesante tertulia en la playa que él amenizó con sus inagotables historias y cuentos de humor.
Continuamos remontando el Orinoco y recordando a Humboldt. Narra el sabio que al paso de las canoas bandadas de garzas blancas y rojas (corocoras o ibis rojos), y otras aves se asustaban y era tal la cantidad que tapaban la luz del sol.
Humboldt era un científico y como tal sus observaciones e investigaciones eran rigurosas.
El comentario de que tapaban la luz del sol era perfectamente verídico, pues en esa época el Orinoco era un mundo en estado “original”.
No como ahora, que no vimos este fenómeno porque ya no abundan las aves en la cantidad descrita por el sabio. Humboldt era además un romántico que gozaba con los espectáculos de la naturaleza y se extasiaba ante ellos.
Humboldt también cuenta que a veces por las tardes-noches un jaguar se echaba detrás de la hamaca donde el sabio dormía.
Al jaguar lo llamamos tigre americano y también tigre mariposo por las pintas de la piel.
En el Hato La Aurora donde viajo en la primera semana de diciembre, y llevo conmigo a los que quieran ir, llegada la época de celo se oye al macho rugir y jugar con la hembra propinándole fuertes mordiscos hasta que definitivamente la monta.
Mis compañeros de viaje se extasían viendo las márgenes del río y fotografiando las enormes piedras redondeadas y marcadas por la corriente en lo que el sabio llamaba, como ya lo dije, el orinocómetro.
Después de una navegación de tres horas llegamos al corazón del Parque Nacional Tuparro, luego de pasar por las bocas del río Tomo.
En otras épocas he navegado buena parte de este río de 650 kilómetros de longitud que nace en el departamento del Meta.
La navegación es especialmente placentera en verano cuando al descender el caudal del río se suelen formar larguísimos playones de arena fina, amarilla; algunos alcanzan un kilómetro de longitud.
Entrando por el Tomo se llega a las oficinas del Parque Tuparro. A finales de la década de los 70 ocurrió mi primera visita al Parque y en esa ocasión tenía 43 funcionarios. En la actualidad solo hay 3 (¡).
Cerca de las instalaciones hay una pista en tierra para aviones. Allí han aterrizado Hércules de la Fuerza Aérea. También hay una pequeña laguna de hermosas aguas azules y detrás de la casa un remanso del río en el que suele haber enormes anacondas.