Donde se continúa la historia de la piedra encaramada sobre un pedestal rocoso.

¿La enorme bola está asentada o pegada? En el primer caso ¿quién y cómo pudo subir semejante roca a esa altura? Y en el segundo, ¿cómo pudo pegarse allá arriba?

El camino por la orilla nos llevó hasta donde se termina el raudal; allí la embarcación nos esperaba en un recodo manso del río.

En ese sitio se encuentran unos petroglifos grabados en una roca vertical, a unos 10 metros de altura.

El río nos llevó hasta Tambora. Desde lejos se ve una estatua de Simón Bolívar levantada sobre un alto pedestal a orilla del río. Sí, es Tambora.

Este es el momento de hablar de Javier de Nicoló, uno de los grandes hombres que en Colombia “han sido”.

No, no fue un político. No, por Dios. Todo lo contrario, fue un hombre honesto, tremendamente honesto, generoso, inteligente, entregado a servir a los más necesitados de la sociedad.

No sé por qué hablando de los pobres recuerdo la frase del sociólogo que ha sido considerado el máximo estudioso de la burguesía y que decía: “Lo que menos interesa a los izquierdistas son los pobres”.

Perdón por la intencionada digresión.

Vuelvo a la historia del sacerdote salesiano italiano que dedicó su vida a sacar de la calle a los gamines y darles un buen futuro.

De joven, en su natal Italia, se dedicaba a la prestidigitación y se interesó en el trabajo por los pobres.

Un sacerdote salesiano le habló de Colombia y aquí vino a parar. Comenzó a trabajar por los gamines dándoles amor.

A lo largo de su vida fundó 52 hogares para los niños de la calle, donde se los educa, no como en correccionales, sino con amor y comprensión. Su fundación se llama Idipron. Las primeras instituciones para los gamines fueron Bosconia y la Ciudadela de la Libertad de La Florida en Bogotá. Luego fundó una obra en el Chocó de cara al Océano Atlántico y después marchó al Vichada y en las lejanías del Orinoco fundó Tambora con ayuda del Distrito de Bogotá.

Este Tambora donde llegamos en nuestro recorrido de Humboldt por el Orinoco es una gigantesca construcción en cuatro sedes contiguas en 10.000 metros cuadrados; el edificio central tiene cuatro pisos.

Allí llevaba el padre Nicoló a los gamines del Cartucho a una estancia de dos o tres meses para rehabilitarlos. Y digo llevaba porque Samuel Moreno el alcalde de Bogotá de ingratísima recordación destituyó al Padre y Tambora se acabó.

Las instalaciones han sido robadas y prácticamente ya no queda nada en las salas, en el comedor, en las habitaciones, en todas las dependencias del gran edificio, que se está cayendo y da inmenso pesar contemplarlo.

Fueron 11.500 los gamines que pasaron por las obras de Nicoló y la mayoría se rehabilitaron. Algunos que son hoy profesionales cuentan su historia agradecidos con el padre.

Parte del éxito de la rehabilitación de los gamines reside en el contacto que allí tenían con la naturaleza, con las inmensas sabanas y bosques y con el río.