Desde hace un tiempo recibo diariamente un mensaje que siempre me enseña algo y, además, alimenta mi alma. Esa nota me llega a través de mi hermano mayor, Roberto. Es un audio, que en algunas ocasiones está acompañado por la ilustración de alguna pintura célebre u otro tipo de obra de arte. Siempre escucho la misma voz, una voz ronca, que me habla de algún pasaje bíblico, pero también de alguna obra literaria, a veces de una poesía, de la reflexión de algún filósofo de la antigüedad o un pensador contemporáneo. Lo que tienen todos esos mensajes en común es que me enriquecen como ser humano. Pero, ¿quién los hace?
Me puse en la tarea de investigar y descubrí al padre Leonidas Ortiz Lozada, un hombre que ha dedicado la mayor parte de su existencia a la vida sacerdotal, si mis cuentas no están equivocadas, este año cumple las bodas de oro de su ordenación. Nació en Pitalito, Huila, se formó como sacerdote en el Seminario Conciliar de Garzón, luego estudió filosofía y teología en otras universidades. El padre Leonidas ha dedicado gran parte de su labor sacerdotal a trabajar en el Consejo Episcopal Latinoamericano, también ha sido rector del Instituto Teológico Pastoral y se le nota el amor que tiene por la educación, porque en esos audios de pocos minutos alcanza a transmitir sus conocimientos y la profundidad de sus reflexiones.
El tema que trató ayer tiene especial significado para mí, lo llamó “La muerte, en un mundo contagiado por el pragmatismo”. En él analiza la frase del evangelio “En verdad os digo que el que guarda mi palabra no probará la muerte jamás” (Juan, cap. 8, versículos 51-59). Para ilustrar el tema cita a otro escritor, sacerdote también, Antonio Iriarte Cadena, quien hace una reflexión muy interesante: “Fueron necesarios más de 60 años, buena parte de mi vida, para que, más allá de las lecturas, algunas de una lucidez sorprendente, de discursos retóricos, debates académicos o de reflexiones personales, me tomara en serio la enormidad de la certeza, según la cual, yo, como cualquiera otro de los vivientes que poblaron, pueblan y poblarán la tierra, tendría que morir algún día.
“De vez en cuando pensaba en la muerte, como algo que aún estaba lejos de aparecer en el horizonte apacible de mi vida personal y familiar, al contrario de lo que practican hace siglos los monjes tibetanos, siempre me acosté cada noche, con el jarrón de mis planes boca arriba, ignoro ahora, con la confianza en qué clase de certidumbre o con la solidez de cuáles argumentos me permití durante tanto tiempo semejante ligereza”. La historia a la que hace referencia el escritor es la costumbre que tienen los monjes tibetanos de poner boca abajo, cada noche, el tazón en el cual reciben los alimentos, esto para ejemplificar la incertidumbre de la vida, pues no saben si al día siguiente estarán vivos para utilizarlo.
Qué diferente a nuestra cultura, en la que damos por sentada nuestra existencia, vivimos sin pensar en que hoy podría ser nuestro último día en esta tierra. Sin embargo la época de Semana Santa nos debe recordar que estamos de paso por el mundo, vamos en camino hacia el más allá, así creamos que la realidad es la que estamos viviendo, ésta es sólo una experiencia que nos prepara para la vida eterna. Gracias padre Leonidas por sus excelentes reflexiones, espero algún día conocerlo y agradecerle personalmente los valiosos aportes que recibo diariamente. Dios los bendiga y a todos ustedes, en esta Semana Santa.