El padre Marco Fidel Castaño Arbeláez cumplió 80 años el 28 de octubre. El padre Marquitos, como le decimos cariñosamente, es un sacerdote que ha dedicado su vida a Dios, primero como estudiante en un colegio Jesuita, luego en un seminario de novicios. Cuenta que cuando su mamá le dijo que había la posibilidad de que ingresara al seminario menor de la Compañía de Jesús, su corazón saltó de alegría, pues ese nombre le marcó la ruta para convertirse en Jesuita. Desde los 11 años inició este camino que duró muchos años, en los que recibió formación humanística, estudios en Filosofía, Teología, entre otros tantos, que lo prepararon para el sacerdocio y su labor pedagógica, que ejerció en varios colegios hasta que fue llamado a ser director de Pastoral, labor que lo trajo a Manizales, al Colegio San Luis Gonzaga, donde ya lleva 14 años.
Por su humildad de corazón él no quería que yo escribiera este artículo, pero le expliqué que así como había recibido otros regalos, estas palabras son el mío, para expresarle la importancia que tiene su labor y la bendición que él representa en la vida de quienes tenemos el privilegio de conocerlo. Su misión no se limita a ser el asesor espiritual de los estudiantes, también los padres de familia lo buscamos en momentos de crisis o necesidad de una palabra de sabiduría y un acercamiento a Dios. Con su oración y sus palabras nos consuela, como a mí, cuando necesité tanta fortaleza para superar la muerte de mi esposo. Sin duda a través de él habla el Espíritu Santo; él es un verdadero puente entre nosotros y Dios.
Su labor también se ve reflejada en espacios diferentes al colegio, como los ancianatos y el barrio San Sebastián, donde lleva 10 años haciendo una misión apostólica, llevando la palabra de Dios, celebrando la Eucaristía todos los sábados y enseñándoles a los estudiantes cómo pueden ayudar a través de su presencia y de pequeñas acciones. Esto definitivamente marca a los jóvenes para que sean personas con sensibilidad y vocación para el servicio, aplicando el lema “Ser más para servir mejor”.
El padre nació en Marinilla, en medio de una familia profundamente religiosa; 4 de los 10 hermanos dedicaron su vida al servicio de Dios. Me contó que María Angélica, su mamá, fue la primera persona que lo acercó a Dios, una mujer de fe profunda que le enseñó a rezar y sembró en él el amor por la Virgen María.
Sin duda la vida del padre Marquitos es digna de celebrarse, por eso escribo estas palabras con inmensa alegría, porque existen seres que Dios envía con una misión especial; tocar las vidas y los corazones de otros, servir y dar amor incondicional. Las expresiones de cariño por sus 80 años han sido muchas; los estudiantes se unieron para darle regalos, que él ha recibido con gozo y gratitud, la junta directiva del colegio, los profesores y los padres de familia también le hemos celebrado
Para todos es una gran bendición conocer y tener cerca al padre Marcos: Gracias Dios por haberlo traído a nuestras vidas, permítele que siga compartiendo su amor a ti y nos siga enseñando cómo amarte y tenerte como el centro de nuestra vida, a través del amor a Jesús y a su madre, María. Bendícelo y cuídalo para que siga en esta tierra, haciendo tu obra por muchos años más. Amén.