Así le llamaban sus habitantes al lugar que les sirvió de refugio durante la ocupación Nazi a Ámsterdam. Eran ocho en total, entre ellos estaban Anne Frank, su padre, su madre y Margot, su hermana mayor. Es difícil describir la sensación que se siente al visitar la casa. Cuando se comienza a recorrer, es como si el lugar, por tanto tiempo imaginado, al fin cobrara vida; sí, sí existió la Casa de atrás, si vivieron allí esos personajes que nuestra mente recreó. Allí está la cama donde dormía Anne y la puerta en forma de librero que servía para ocultar la entrada al refugio y, por supuesto, la habitación de Peter y su fotografía.
En mi adolescencia la lectura del Diario de Anne Frank me marcó, tal vez porque de niña tenía las mismas aspiraciones que ella; ser periodista y escritora. Ella, a pesar de morir tan joven, cumplió su deseo, pues dejó un legado de un valor incalculable, para permitirnos entender lo que vivieron los judíos durante la época del dominio Nazi en Europa. En palabras de John F. Kennedy: “De entre los muchos que, a lo largo de la historia, han hablado en nombre de la dignidad humana en tiempos de sufrimiento y muerte, no hay ninguna voz que tenga más peso que la de Anne Frank”.
La casa está llena de fotos, que les dan rostro a las personas que allí vivieron, también tiene importantes documentos fílmicos de la época y narraciones de testigos que conocieron a Anne y a su familia. El único sobreviviente de los habitantes de la Casa de atrás fue Otto Frank, el padre de Anne, quien se encargó de dar a conocer el legado de su hija, afortunadamente él supo ver el valor de lo que Anne había escrito y dedicó su vida a su difusión.
Anne murió víctima del hambre y de las condiciones deplorables a las que fue sometida en el campo de concentración de Bergen-Belsen, al que fue enviada en compañía de su hermana mayor, luego de ser descubierto el refugio, el 4 de agosto de 1944. En la casa reposan fragmentos de los manuscritos del diario, que fueron rescatados por una mujer llamada Miep Gies, a ella le debemos la existencia del Diario de Anne Frank, ella los recogió del piso unos días después de que los Frank, Peter y los demás habitantes fueran apresados, los guardó con la esperanza de devolvérselos a Anne una vez fuera liberada, pero ella nunca regresó.
Anne murió de fiebre tifoidea, una mujer llamada Rebeka Rebling le confirmó a Otto la muerte de sus dos hijas, en febrero de 1944, pues él aún guardaba las esperanzas de encontrarlas con vida. Entre los testimonios del final de la vida de Anne, hay uno muy doloroso, que describe el hambre y la lucha por un pedazo de pan que una amiga le tiró a través del muro del campo de concentración, pero que otra mujer tomó, esto hizo que Anne gritara y llorara de rabia, porque perder ese pedazo de pan era perder la esperanza. He ahí el valor del testimonio que ella dejó en este Diario, para que la historia nunca se repita.