En el artículo pasado les hablé de los hallazgos de la científica Nazareth Castellanos con respecto a la influencia que tiene la postura corporal en nuestro cerebro, hoy quiero desarrollar otro punto que expone esta investigadora; la interacción intestino-cerebro que, para la autora, constituye uno de los hallazgos que está representando una revolución a nivel científico. Ya desde hace algún tiempo se conoce la influencia que tiene la flora bacteriana sobre la capacidad que tiene nuestro organismo para defenderse de los ataques de virus y bacterias, pero lo que se ha encontrado en estudios recientes es que esta misma flora, que habita nuestro intestino, también tiene la capacidad de regular nuestros estados de ánimo, ya que tiene una influencia directa en la bioquímica del cerebro. En un estudio de la Universidad de Cork, en Irlanda, descubrieron que las áreas sobre las que mayor influencia tiene nuestro intestino, son las áreas del cerebro social; la manera como nos comunicamos con los demás, cómo vemos el mundo, la forma en la que interpretamos lo que está sucediendo. Este hallazgo tiene mucha relevancia en el campo de la psiquiatría y la psicología.
La neurocientífica explica que lo que  más influye en la microbiota del intestino es la dieta; si el bebé recibe leche materna o no, si ha nacido por parto natural o por cesárea, también los medicamentos, por ejemplo los antibióticos alteran el equilibrio de nuestra flora intestinal, por ello después de un tratamiento con éstos, es importante hacer algo por recuperar la flora bacteriana, afortunadamente ya existen en el mercado probióticos, que son microorganismos vivos, que ayudan a mantener, restaurar y mejorar nuestra flora intestinal, también hay probióticos naturales, que se encuentran en algunos alimentos fermentados, por ejemplo el yogur o el kéfir, lo que pasa es que, a diferencia de los productos elaborados en laboratorio, es más difícil establecer la cantidad de bacterias vivas que se consumen en ellos, ya que son sensibles, por ejemplo, a la manera en la que se conservan y si se rompe la cadena de frío, las bacterias saludables pueden morir.
Hay otros alimentos que se conocen como prebióticos, que lo que hacen es ayudar a mantener el equilibrio de la flora intestinal, estos se encuentran en alimentos con alto contenido de fibra como los granos integrales, en hortalizas de hoja verde, en las cebollas, la soja, la alcachofa y en frutas como el banano. Otra de las maneras en las que se puede estimular el correcto equilibrio de nuestra microbiota es mediante el ejercicio físico.
Nazareth Castellanos enfatiza en la importancia de tener un estilo de vida saludable:  “La microbiota parece ser el espejo que refleja cómo es nuestro estilo de vida y como tal se lo comunica al sistema endocrino, al sistema inmune y al sistema nervioso”, por ello la invitación que nos hace es a adoptar mejores hábitos de vida, para cuidar  nuestra salud, tanto física como mental, a través de una dieta más saludable, cuidando el entorno, pues uno de los factores que influye negativamente en el equilibrio de este eje intestino-cerebro es la contaminación y, por supuesto, venciendo el sedentarismo, al incorporar el ejercicio físico en nuestra vida diaria.