El yoga es una ciencia milenaria, de hecho, para los hinduistas el yoga es eterno; arqueólogos han encontrado figuras primitivas que permiten rastrear su práctica desde hace 35 siglos. La palabra yoga tiene su origen en el sánscrito, su significado más simple sería unir, pero su significado más espiritual es concentrar la mente, absorberse en la meditación, conectar.  Para mí es la práctica que permite una unión profunda entre la mente y el cuerpo. 
La neurocientífica Nazareth Castellanos explica que las “asanas” que se hacen en la práctica de yoga se conocen como posturas psico-emocionales, lo que significa que ciertas posturas nos llevan a diferentes estados emocionales. Esto es muy importante, pues en los últimos hallazgos de la neurociencia se ha descubierto que nuestro cuerpo influye en nuestro cerebro y nuestro estado anímico; “necesitamos nuestro cuerpo para dar sentido a nuestras emociones”. La corteza somato sensorial es la parte del cerebro que tiene representado nuestro cuerpo, es por esto que al hacer ciertas posturas de yoga podemos estimular estas partes del cerebro y afectar de manera directa nuestra fisiología. En esta representación, que se conoce como el homúnculo, no todas las partes del cuerpo tienen igual relevancia, es decir, existen unas partes que ocupan mayor número de neuronas que otras, por ejemplo la cara, especialmente la boca y las manos tienen un área mayor de esta corteza, que las representa. En el yoga hay una parte dedicada a las posturas con las manos, que se llaman Mudras, que bajo la lupa de la neurociencia adquieren mucha relevancia, pues se podría decir que estas posturas que se hacen con las manos envían mensajes directos a nuestro cerebro, que le transmiten paz y bienestar. 
Se ha visto que la práctica de yoga tiene muchos beneficios  a nivel de la salud como ayudar a disminuir la presión arterial y la frecuencia cardiaca, reducir el estrés, mejorar la coordinación, ayudar a relajarnos, a dormir mejor, ayudar a la digestión, por supuesto nos sirve para mejorar la postura corporal y para aumentar la flexibilidad. También se han demostrado sus beneficios en personas que padecen ansiedad o depresión.
Hay que cuidar la postura corporal y la expresión facial. En experimentos recientes se ha visto que una postura encogida, de hombros caídos y mirada hacia abajo, hace que la persona recuerde menos y se centre más en las cosas negativas que en las positivas. Tristemente esta postura es cada vez más frecuente, pues es la que adoptan la mayoría de personas cuando hacen uso de sus celulares por largo tiempo. Nazareth Castellanos advierte que se ha detectado una tendencia al pesimismo asociada a esa postura. No es de ignorar que cada vez veamos más niños y adolescentes con trastornos emocionales graves, ingresados en clínicas psiquiátricas o siendo tratados de manera ambulatoria, porque el uso indiscriminado y sin restricciones claras del celular y otros dispositivos electrónicos todavía no está lo suficientemente estudiado y sus secuelas apenas se están detectando.
Así que a hacer yoga y a sonreír más, la expresión facial le transmite a nuestro cerebro cómo nos estamos sintiendo, para esto también nos ayudan el yoga y las prácticas de relajación. Tenemos que tener antídotos que nos ayuden a vivir esta realidad, que a veces nos agobia con sus malas noticias y sus pronósticos fatalistas. Como dice el antiguo adagio “Al mal tiempo buena cara”, ya tienen la explicación científica del porque es cierta esta frase de sabiduría.