Nadie puede negar que nacimos en un país cuya historia ha sido atravesada por la violencia, así nuestras familias actuales no tengan un caso de asesinato o de secuestro, si indagamos un poco, seguro encontraremos un antepasado que participó en alguna guerra o en la violencia bipartidista, sólo por citar dos ejemplos de nuestra historia reciente. Para cerrar los ciclos de violencia y alejar de nuestra vida tanto el papel de perpetrador, como el de víctima, debemos “desactivar” los ciclos de violencia que hacen parte de esa herencia familiar invisible. La escritora y terapeuta Magui Block da unas pautas para lograr este objetivo en su libro “Sana tu familia”. La autora hace énfasis en que lo más importante es no ignorar ni excluir de nuestro sistema familiar a las víctimas ni a los perpetradores, para evitar que este tipo de sucesos se repitan dentro de la familia.
Los ciclos de violencia se inician cuando algún miembro de nuestra familia participa en un acto violento, es asesinado o lo asesinan, causa un daño grave a otra persona o lo recibe o participa en una guerra. Cuando en las familias ignoran a las víctimas se convierten en ellas: les roban, los agreden, sufren accidentes. Si se ignora a los perpetradores, alguno de sus miembros se convierte en uno y agrede, lastima, causa accidentes, etc.
Para que un evento como estos se sane, los causantes del hecho, que aquí llamaremos perpetradores, deben asumir la responsabilidad de sus actos y las víctimas deben permitir esto y no cargar con la culpa; “Cuando una víctima siente que su perpetrador lamenta lo que hizo, encuentra paz más fácilmente”, afirma la autora.
En el caso de nuestro país, que ha sufrido de tantos tipos de violencia por grupos guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, violencia bipartidista, etc., la reconciliación se puede lograr cuando miembros de un grupo pueden ver a los otros y reconocer que en el fondo son iguales. Un ejemplo muy interesante fue el encuentro entre el hijo de Pablo Escobar, el hijo de Lara Bonilla y los hijos de Galán, cuando al reunirse se reconocen todos como víctimas de un fenómeno llamado narcotráfico: “Cuando grupos que se oponen hacen su duelo juntos y lloran por el daño que recibieron y que causaron, dejan de buscar castigo y se enfocan en soluciones que beneficien a ambos, respetando las diferencias”.
Acá les transcribo un fragmento de la oración para trabajar este asunto: “Me pongo en paz. Reconozco cuando soy una víctima. Reconozco cuando soy un perpetrador. Estoy en paz con lo que me ha tocado vivir. Acepto mi historia. Reescribo mi destino. Dejo de ser una víctima. Dejo de ser un perpetrador. Identifico los ciclos de violencia del pasado. Modifico mi herencia familiar invisible. Los perpetradores y las víctimas de mi sistema están en paz. Las víctimas aceptan lo que vivieron y cargan su suerte y su dolor con dignidad. Los perpetradores reconocen el dolor que causaron. Los perpetradores se responsabilizan de sus acciones y compensan por el sufrimiento a sus víctimas. (…) Las víctimas y los perpetradores de mi sistema están en paz. Estoy en paz”.
De todo este tema, tan difícil de tratar, me quedo con una frase que me gusta: “Cada quien tiene que hacer su pequeña paz”.