¿Qué me define cómo mujer? ¿Son mis genitales, mis hormonas, mis formas femeninas? ¿Es, acaso, que siempre me hayan dicho que soy mujer? ¿Es mi sensibilidad, mi forma de ver el mundo, haber decidido ser madre?
Esta definición abarca todo lo anterior y mucho más, porque ser mujer es algo complejo, en algunas ocasiones difícil y desafiante.
Por tantos siglos nos consideraron un “apéndice” del hombre, la bíblica “costilla de Adán” y muchas mujeres se lo creyeron, aún se lo creen, pues así las educan en sus hogares y en su cultura.
Pero otras hemos tenido más suerte, nacimos en familias que superaron el machismo, hijas de padres que nos querían ver progresar, lejos de una cocina o de los oficios tradicionales del hogar, nada de “mijita tráigale el tintico al señor”, “atienda el marido”, “aprenda a cocinar porque el camino más rápido al corazón de un hombre es el estómago”.
Ni mis hermanas ni yo sabemos cocinar, no somos un dechado de virtudes a la antigua, somos mujeres inteligentes, educadas para el “nuevo mundo”, bien o mal, hemos construido relaciones en las cuales esos requisitos no han sido necesarios.
Definitivamente el rol tradicional adjudicado a la mujer no nos define.
Para la psicóloga María Isabel Guerrero, la mujer de hoy debe alcanzar el equilibrio entre el empoderamiento y la autoaceptación, cada una de estas facetas le brinda herramientas para vivir mejor.
El empoderamiento es una fuerza que viene de adentro, pero se proyecta hacia afuera, es lo que permite que la mujer realice lo que se propone, si yo no estuviera empoderada no podría escribir este artículo, menos publicarlo, porque ante mí no tendría valor.
Por eso es importante que la mujer tenga metas de poder: voy a quererme, voy a aceptarme, voy a hacer lo que me gusta.
Allí es donde entra a actuar el otro elemento de la fórmula, la autoaceptación, para lograrla debemos controlar a la loca de la casa; nuestra mente, que nos dispara, sin descanso, pensamientos de censura y juicio, según la psicóloga, el 90% del diálogo interno es negativo, por eso la meta es volver a darnos un trato amoroso y esto aplica tanto para hombres como para mujeres, pues los problemas de autoestima no son exclusivos del género femenino.
Para tener buena autoestima es necesario mirarnos con amor, pero también con veracidad: “Tener una mirada interior que sea real y objetiva” sin tratar de cumplir con falsas expectativas, ni las que nos imponen, ni las que nos creamos nosotras.
Esto hay que enseñárselo a las nuevas generaciones de mujeres; esas niñas y adolescentes que están siendo bombardeadas por esas mujeres de fantasía, a las cuales ellas quieren imitar, que están llenas de “likes” y de conflictos, pues esos altos estándares son difíciles de sostener.
Que hoy, 8 de marzo, sea un día para reflexionar sobre ser mujer en esta sociedad y en el mundo, si bien es una celebración que nos hemos ganado, la clave está en mantener el equilibrio, cultivando ese ser femenino, que encanta a los hombres, sin retroceder hacia la sumisión, cambiando la antigua frase “detrás de un gran hombre hay una gran mujer” por “junto a un gran hombre hay una gran mujer”.