Despedir seres humanos de este planeta es lo cotidiano, pero cuando se va un hombre joven, que todavía tiene tanto para darle a su ciudad y al mundo, no puede uno menos que sentir una profunda tristeza. No sabía que estaba enfermo, así que, cuando leí el titular en La Patria despidiéndolo, lo primero que pensé fue ¿Por qué pensaría en retirarse un hombre todavía con tantas posibilidades de servirle a la sociedad? Por eso, cuando me di cuenta de que el motivo de aquel titular era su muerte, literalmente lo sentí como un baldado de agua fría. Seguimos sin aceptar la muerte, sin prepararnos para la propia y sin pensar que aquellos que nos rodean también van a faltar.
Y me da mucha tristeza la muerte de Nicolás, siempre me sentí valorada y apoyada por él y eso no es fácil, cuando uno dice que quiere escribir como un oficio real, lo primero que le dicen en la casa es que se va a morir de hambre, tal vez sea cierto, si soy realista, no podría vivir de lo que escribo, pero hay algo muy valioso en el ser humano, que lo impulsa a hacer cosas por encima del beneficio económico o de lo que conviene en términos prácticos y se llama Vocación, no es fácil seguirla, cuando la voz de la razón nos dice que no debemos hacerlo, pero contra viento y marea, contraviniendo los deseos de mi familia, yo decidí estudiar literatura, hice una maestría, pues ya tenía otra profesión y fue en esa época, cuando estaba haciendo mi tesis para graduarme, que Orlando Sierra me abrió las puertas del periódico para que comenzara a publicar mis columnas. Ya era Nicolás el Director del periódico, al poco tiempo asesinaron a Orlando, la columna sobre su muerte fue una de las primeras que publiqué.
A pesar de la conmoción tan grande que causó la muerte de este gran periodista, Nicolás supo contener la crisis y sacar adelante al periódico tras la muerte de Orlando. Él fue gran impulsador y promotor para que este asesinato no quedara impune, en una época en la cual la política era más que oscura. Hoy el autor intelectual de este terrible hecho está pagando una justa condena. De parte de Nicolás siempre sentí el mayor respeto hacia mi punto de vista, me apoyó cuando le expresé que quería enfocarme en temas más humanísticos y profundos. En el tiempo en el que dejé de escribir para el periódico se tomó el trabajo de contarme que la gente extrañaba mis columnas y algunos preguntaban por mí y cuando quise regresar, me recibió con alegría y valoró mi trabajo. Tengo mucho que agradecerle a Nicolás Restrepo Escobar, lamento que esta columna sea póstuma y no haber tenido la oportunidad de expresarle en vida mi respeto y gratitud por su apoyo.
Siempre tendré el mejor concepto de él como el gran ser humano que fue. Lo extrañaremos mucho. Un abrazo fraterno a su madre, Doña Elvira, a su esposa, a sus hijos y a toda su familia. Paz en su tumba.