La ciencia tradicional ha excluido la “emoción” de la labor investigativa, pero las Ciencias Sociales contemporáneas le entregan un lugar importante a las emociones en la dinámica política y pública. Ahora bien, el estudio de las emociones en las sociedades (sociología de la emoción) es muy complejo y su perspectiva de análisis aborda entre otros ejes temáticos (años 80), el cambio social, los movimientos sociales, género, cuerpos y afectividades, gobierno y emociones políticas, valores y creencias en las políticas públicas, entre otros. Mientras que el suicidio, la alienación, la conciencia, el amor y la felicidad, han sido discusiones clásicas  de la sociología “micro”.
 Martha Nussbaum en su libro, las “Emociones Políticas” (2014), declara que todas las sociedades están llenas de emociones; ira, miedo, simpatía (lo que siente un individuo cuando es partícipe de la pasión del otro), son episodios emocionales relacionados con los principios políticos o con la cultura pública y tienen como objeto la nación, los objetivos de la nación, las instituciones, los dirigentes y la percepción de los conciudadanos como habitantes con los que se comparte un espacio público común. Es que, la consolidación de la democracia conlleva la apropiación permanente de valores en entornos plurales del ejercicio de los derechos. Según Bobbio (2005), la idea de la democracia es la libertad política y la participación de los individuos que los vinculan al sistema político, imprimiéndoles autonomía en las decisiones colectivas. Por ello, las emociones políticas se deben cultivar de manera bidireccional sociedad y gobierno, aunque inquieta en esta reflexión el papel del gobierno y sus representantes, así, emergen las preguntas, ¿Cómo la ciudadanía podría activar la simpatía del gobierno o su pasión por la niñez y la juventud? ¿Cómo diseñar políticas de juventud transversalidas por la simpatía gubernamental?
 Se manifiesta que en el país más de tres millones de jóvenes no trabajan o estudian, y más de dos millones se encuentra en situación de trabajo informal. Es decir, representan el 40% y 45% de la población juvenil en Colombia. El último informe de GOYN Bogotá (Global Opportunity Youth Network) evidencia, que, 1 de 2 estudiantes graduados de educación básica acceden a la universidad o no terminan el colegio. “Nosotros lo miramos en cuántos jóvenes están desertando de la educación básica y media, es decir el colegio, por factores económicos en algunos casos, factores de violencia, maltrato e incluso el embarazo adolescente son causas que generan que los jóvenes abandonen sus estudios, o hasta incluso el consumo de sustancias psicoactivas”. (Juan Carlos Reyes director de GOYN Bogotá de Fundación Corona. Caracol Radio, 30/11/2022)
 Significar la importancia de las emociones gubernamentales en los procesos de diseño e implementación de los planes y programas de juventud en los distintos niveles de organización territorial es esencial para ordenar el objeto de la acción gubernamental desde la simpatía del gobierno que, con interés y pasión por la niñez y la juventud, debe comprender que son actores estratégicos y sus asuntos son estructurales en el sistema político y social. Si bien el Estatuto de Ciudadanía Juvenil 1622 de 2013/1885 de 2018 ha promovido la construcción social de nuevas políticas en departamentos y municipios, también es cierto que aún es incipiente su desarrollo, sin importancia jerárquica de estas unidades de juventud en las estructuras organizativas de gobernaciones y alcaldías, son prácticamente invisibles y los problemas que sufren los jóvenes en la región y en el país preocupan a la sociedad en general, es que la deuda gubernamental sigue vigente, sin respuesta, entendiendo que debe comprometer el debate público.  
 Desde las consideraciones anteriores, Aguilar Villanueva (1993), señala que la Ciencia Política ha estudiado sistemáticamente casi todo, menos la manera como el gobierno construye y toma sus decisiones, globales y singulares, sin embargo, Meny y Thoening (1992), indican que los problemas públicos tienen un carácter moral con un componente emocional y político que incide en la acción pública para proteger la legitimidad gubernamental.