Hay una persona que hace diseños para las cuentas de Twitter, Instagram y Facebook de la Alcaldía de Manizales. A ella se le paga con recursos públicos. Hay una persona que toma las fotografías para esas redes sociales institucionales. A ella se le paga con recursos públicos. Hay una persona en comunicación que tiene que elaborar y editar los mensajes para subir esos diseños y fotos en las mismas cuentas. A ella se le paga con recursos públicos.
¿Cuánto cuesta el diseño, la fotografía y la comunicación para redes? No debe ser barato por estos días, como lo saben varias empresas privadas que luchan por tener algo así. La diferencia es que en la Alcaldía la cuenta nos la pasan a nosotros, con nuestros impuestos. Aun así, la semana pasada se les ocurrió la conchudez de hacer en un hilo, en plena cuenta de Twitter de la Alcaldía, el lanzamiento de campaña a un funcionario que renunció para irse de candidato. Con nuestro diseñador, nuestro fotógrafo y nuestro comunicador. Es decir, con nuestros impuestos.
En esta columna nos hemos hecho viejos mostrando todas las razones por las que las comunicaciones de la Alcaldía en redes violan la ley. Incluso desde el gobierno pasado. Vemos el uso de redes para la vanidad proselitista del gobernante, pasamos por la participación indebida en política, hasta que llegamos al uso privado de los recursos públicos para divulgación.
El alcalde Carlos Mario Marín usa a veces sus cuentas personales para transmitir eventos que se producen con cámaras, montajes y presentadores pagados, también, con nuestros impuestos. Incluso actividades que ni siquiera llegan a transmitirse por las cuentas oficiales de la Alcaldía. Es como llevarse el cemento de las obras públicas para hacerle el segundo piso a la casa propia.
Esto solo es posible gracias al ambiente de permisividad. El alcalde, el jefe de prensa, el diseñador, el fotógrafo y el comunicador saben que pueden hacer lo que les venga en gana en la divulgación por redes sociales. Nada les va a pasar. Nuestras entidades de control se quedaron en la edad de piedra. Repletas de auditores y funcionarios que no se han tomado el tiempo de actualizarse y llevar los mismos principios constitucionales y legales al entorno digital.
Procuraduría, contralorías, personerías y fiscalías nos dirán que hacemos denuncias débiles, sin pruebas. Pero la prueba es entrar a Twitter, tomar el hilo y leer con atención su proselitismo. Esto es solo abrir el computador, la red social, tomar imagen de pantallazo, copiar y pegar. Si necesitan más, la prueba es preguntarle a la entidad quién hace los diseños, quién toma las fotos y quién escribe los mensajes, bien en la red oficial o en la del alcalde, para después comprobar el tipo de vinculación pública que tienen esos funcionarios o contratistas. Esto es solo hacer dos preguntas por petición ordinaria y revisar contratos laborales o de prestación de servicios en sistemas de consulta abierta, es decir, desde la comodidad del despacho o la casa: como el Sigep (que muestra la planta de personal) o como el Secop (que muestra los contratistas). ¡Y violà! Pero no, que muy difícil probar, que muy débil la queja.
Ya dicen también que la impunidad permite el hábito que hace al monje.

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En la imagen se ve una silla vacía. En ella ya solo reposa ese comando de marionetas tan característico, el que lleva los dos palos que hacen una cruz. Alguna vez sirvió para dar los órdenes a distancia al muñeco. Del comando se desprenden los hilos que, inanimados, caen al suelo y se van regando por el piso hasta salirse de foco. Parece que las marionetas no tienen ahora quién las mueva ni quién las controle. Están sueltas.
Esta fue la forma como el caricaturista Hómez, a su modo, nos contó la semana pasada que al corrupto exsenador Mario Castaño le aplicaron la sanción de “silla vacía” en el Congreso. No podrá ser reemplazado por nadie. Algo de justicia política: el partido del trapo rojo tiene que pagar por haberle negado a sus electores la garantía de no tener que votar por un corrupto. Algo de justicia regional: pues merecido tiene el departamento de Caldas de quedarse sin uno de sus senadores, pues con cada generación deja nacer, crecer y reproducirse a este tipo de líderes que transan favores de corto plazo con lo público, en lugar de construir futuros de largo aliento para todos y todas.