El cariz de los sueños engulle la nostalgia, vuelta sonidos con gramática desconocida y elocuencia tardía. En los sueños se atempera la sucesión de escenas inconexas, con el solo prestigio de su ubicación en el subconsciente. Las sombras yacen en los sueños, como entelequias de espíritus cautivos.
El recoveco de las palabras alucina los espacios, con destellos de luces y sombras. Las palabras oscilan entre el interés por saber y la distracción evasiva. Quedará algún espacio para la serena rebeldía, con las razones sabias que encaminan las palabras, por senderos de indagación y paz.
Los días golpean con el ímpetu del tiempo, al favorecer el escape del conocimiento de las cosas más elementales. La fuga se vuelve centrípeta, en los escalones de la vida. El refugio estará en el escarpe del espíritu, modelado a imagen y semejanza del destino.
Prolegómenos de la retirada en la ternura de propósitos indeclinables, asedian la fortaleza de los mitos, a la espera de respuestas en lo contencioso de las imágenes. El presente desvanece las promesas surgidas en el crepúsculo, y la sospecha del mañana hila pensamientos de claudicación. La señal de la espera hace de la palabra un mito.
Batuta de realidades en el peso de los sueños, dirime las ambigüedades postradas en el reduccionismo. La realidad deja su impronta en la arcilla calcinada de las alucinaciones, y se sobrepone a las interpretaciones febriles, con palabras de lugar común. La batuta dirime también los desacordes, en la orquesta de la vida.
Lo cordial de la mirada extiende manos a la comprensión de otras miradas, traviesas y escépticas, sin alcanzar la conquista de siquiera una sonrisa. La atmósfera se torna agresiva, por la mera prevención de insucesos. Y la vida respira con fatiga en cada momento de holocausto.
El tiempo diluye las pasiones en espumas vanas, y en nieblas de lento vagar por la memoria. Pasiones en el desborde del pensamiento, con frontera en el desvanecimiento de lo trágico, entre cortinas de humo y atmósfera terrícola en la mampara de los sueños. Vagar de nieblas entre rocas de lo fortuito.
Lapidaria asonada de triques, en la enramada de las cosas en evasión, estimula el desasosiego con ínfulas de señales enigmáticas. Palabras soterradas provocan el incendio de voces, sin encuentro conciliador, por las selvas y las calles donde campea la indiferencia culpable. El silencio cautiva los esteros.
Altercado en el pedestal del alma, consigue impostar la voz del peregrino, y alcanzar el paso del fugitivo. Toda huida es un esplendor de salvamento, en la correa giratoria del destino. Fugas de espanto y de caricias históricas, deambulan en los recuerdos del peregrino.
Arrogante algarabía en los territorios del terror, medró a los cuatro vientos y se espolvoreó el cúmulo de ínfulas por las calles. En los corredores quedó la huella de la inmoralidad desgonzada, y en los senderos de cortesía se desgajaron palabras de abrojo. Lo cínico de la cuestión quedó en el olvido.
El todo es una nada de cuestiones ridículas, cuando en el transcurrir por las calles asoman compresas de tedio. Por los postigos atisba la nada y el todo se vuelve lluvia, con paréntesis de tormenta, hasta cumplir el cometido de los siglos de espera. En lo ridículo, la tempestad se entretiene.
El candelabro de las siete consideraciones, exhibe la promesa de alcanzar constelaciones en siete figuras de lo imposible. Las metáforas de lo estimado transforman la égloga en sumisión al misterio de lo creado, y el apocalipsis de la ensoñación se vuelve apariencia de lo impostergable.
Sendas de la convergencia en lo divergente, apuntan a lo desvanecido del horizonte y obligan a las palabras con el apuro de encuentros fortuitos. Convergencia de amistades y razones subliman el contenido del instante en las miradas furtivas. En el soslayo, la aventura clausura el silencio.
El ahora es un pasado y un después, sin punto de partida. Los enlaces se hacen cadenas sujetas a fallidos intentos de conexión. Se trata de un devenir sin contemplaciones, con apuesta a un destino insondable. Queda lo estimado del momento, en sucesión de vibrante silencio.