Un colega-compañero en las tertulias del Grupo Aleph (C&G) suele decir: “los humanos quedamos muy mal hechos”, sobre todo cuando en la conversación afloran problemas insalvables ocasionados por desproporcionadas acciones de los bípedos supuestamente dotados de razón, inteligencia, conciencia. Siguen las guerras, los odios, las venganzas, sin alcanzar todavía la condición favorable al diálogo para favorecer la concertación. Y los desarrollos notables y vertiginosos de la ciencia y la tecnología no se corresponden con el deseado avance en la condición humana. La distancia es cada vez mayor. Sin embargo, hay lugar para el optimismo y la esperanza. 

Por esas cosas del destino he vuelto a Herzogenrath (Aachen, Alemania), con Livia y Liliana, para visitar familia. Solemos recorrer ciudades vecinas, con el ánimo dispuesto a observar el desenvolvimiento de la vita  bona, al caminar por las calles, reconocer sitios de interés histórico y departir en sabrosos lugares de café y comidas. Las lenguas y las caras se entrecruzan, en función de las oleadas migratorias. En general, se aprecia convivencia, distante de las polarizaciones. No dejan de aparecer por las calles algunos habitantes del desamparo. En contraste, es significativo el número de personas mayores, con apego a la vida y de solvencia en los desempeños personales, muchas de ellas con restricciones físicas portadoras de ayudas en dispositivos manuales, para facilitar los movimientos. Utilizan los diversos medios del transporte público, y cuando las limitaciones son mayores, personas de generosidad ejemplar les dan la mano, con apoyo para entrar y salir de los vagones. Condición que favorece el ejercicio de la solidaridad, tan necesaria.

Aachen (Aquisgrán, o Aix-la-Chapelle) es la ciudad más occidental de Alemania, en el Estado federado de Renania del Norte-Westfalia, punto de frontera con Bélgica y Holanda, con el antecedente de conjunto de edificaciones (Palacio de Aquisgrán), con la Catedral reconocida como santuario de Carlomagno (747-814 dC), emperador guerrero que conquistó Europa. Reconocida como ciudad de la ciencia y la cultura, símbolo de la unidad europea; ciudad universitaria de ambiente favorable para la innovación en campos de la ciencia y la tecnología. Atractiva para el turismo internacional, por siglos con los beneficios de las aguas termales. El Ayuntamiento y la Catedral son joyas arquitectónicas y de arte, portadora el primero de preciosos murales en fresco del siglo XIX, con escenas de la mitología clásica, y en especial dispone en sala para el concejo municipal, de pintura de 1628, con la representación de las cuatro virtudes cardinales expuestas por Platón: sabiduría, justicia, templanza y fortaleza. 

La segunda guerra mundial destruyó más del 80% de la ciudad, con afectaciones de la Catedral. Célebre la batalla que se libró en ella en 1944, durante seis semanas, con el cerco de unidades militares de Estados Unidos, y además de los bombardeos se tuvo enfrentamientos por las calles, con la rendición de los alemanes el 21 de octubre de 1944.

La ciudad reconstruida es de singularidad en lo arquitectónico con edificaciones que no superan los cinco pisos. Es especie de Distrito que integra pequeñas ciudades (Alsdorf, Eschweiler, Herzogenrath, Monschau, Stolberg, Würselen), separadas por campos de labranza y bosques.

La Universidad Técnica de Aquisgrán (RWTH) fue formalizada como la Nueva Polytechnika en 1885, con antecedente en haber dispuesto de clases desde 1870, reorganizada en 1880 como Real Universidad Técnica, con el derecho de otorgar doctorados desde 1898. El objetivo principal fue formar ingenieros para la industria minera en la región del Ruhr. En su origen y desarrollo ha contado con nexos estratégicos con el sector privado. Hoy dispone de cincuenta mil estudiantes, en más de cien programas de estudio en ingeniería y ciencia, en edificios antiguos refaccionados y modernos, inmersos en la ciudad. En complemento está la “Universidad de ciencias aplicadas” (FH-Aachen), con noventa programas y quince mil estudiantes. Destaco en especial el edificio C.A.R.L. (“Central Auditorium for Research and Learning”), de los más actuales en su diseño y construcción, con despliegue de creatividad y funcionamiento, en servicio desde 2017. Su nombre, Schmachtenburg, alude al rector que lo lideró. Dispone de once aulas, dos para  mil y ochocientas personas respectivamente; 16 salas de seminarios, con capacidad total para cuatro mil estudiantes.

Nada fácil una comparación con la actual situación en Colombia. Está el caso de la crisis abismal de nuestra UN, de secuencias impredecibles. Como dice con gracia el amigo referido al comienzo, “lo que ocurre es que nos hicieron falta dos guerras mundiales”.